La confusa desescalada

La desescalada ha creado cierta confusión en la sociedad. Sus cuatro fases, sus plazos inconcretos, su asimetría geográfica… Decisiones coherentes dentro de un enredoso envoltorio. El deporte, como parte de esa sociedad, también anda desorientado. ¿Quiénes pueden empezar a entrenar a partir del 4 de mayo? ¿Y quiénes una semana o dos semanas después? ¿Dónde se puede y dónde no? ¿Qué instalaciones estarán disponibles y a partir de cuándo? ¿Puede un ciclista cruzar de provincia en un entrenamiento? Las preguntas son múltiples. Y no siempre se obtiene una respuesta clara. Nadie ha recorrido nunca este camino, por eso no existe una fórmula infalible. Como dice Irene Lozano, la secretaria de Estado para el Deporte, “estamos escribiendo una página en blanco”. Y habrá borrones.

Para empezar, llama la atención que el fútbol y el baloncesto masculinos sean los únicos deportes de equipo que puedan empezar los entrenamientos. ¿Y por qué no otras disciplinas con las mismas medidas de seguridad? ¿Y por qué no las ligas femeninas? La razón es que sólo estos dos están considerados profesionales por la vieja Ley del Deporte. Pues un motivo más para cambiarla y para redefinir el profesionalismo, como era la idea en ese anteproyecto que permanece en algún congelador ministerial. En este inicio de la actividad también podrán arrancar los 5.000 deportistas españoles de Alto Nivel, los DAN, pero no los cuatro millones de federados. Habrá algún guiño, dicen en el CSD. En cualquier caso, ni siquiera esa élite podrá prepararse de forma óptima hasta que no se reabran las instalaciones. Rafa Nadal podrá correr, pero no ejercitarse aún con la raqueta. Los nadadores seguirán de secano, salvo que se tiren a un pantano o al mar. Todavía queda mucho que escribir, pero ya hay primer capítulo. Sin olvidar, por supuesto, que la prioridad de esta historia es proteger la salud.