Macbeth en el Camp Nou
Hay quien dice que, si Shakespeare viviera en el siglo XXI, se habría dedicado a los guiones de teleseries. Dramas como House of Cards, The Wire… A mí me gusta imaginar que también se habría inspirado en las intrigas palaciegas del F.C. Barcelona y su directiva, aunque el asunto quizá solo diera para un vodevil de aficionados. Hace un año, quizá menos, pocos conocían el nombre de Emili Rousaud: se le citaba más como empresario de las energías renovables que como directivo del Barça. Entonces los juegos de poder de Josep M. Bartomeu y la sucesión en la presidencia del club se pusieron en marcha. "El delfín", le llamaban, y él se dejaba entrevistar, a menudo como respuesta a un precandidato alternativo que también se abría camino: Víctor Font.
Pero la vida también nos sujeta porque no es precisamente como la esperábamos, y un día tras otro los problemas de gestión económica, deportiva y social en el club señalaban a la pésima labor de Bartomeu y los suyos. El Barçagate de las redes sociales, cerrado en falso y con una auditoría externa pendiente de resolución, más las críticas abiertas de los jugadores del primer equipo, llevaron los silbidos y las pañoladas al Camp Nou. La lógica de las teleseries nos hace pensar que un buen día Rousaud entendió que Bartomeu había pasado a ser un lastre para su posible campaña, y ha preferido matar metafóricamente al padre y salir de la directiva, junto a otros compañeros.
Solo que, en realidad, no es que hayan dimitido, sino que Bartomeu les ha invitado a irse y pronto les sustituirá. Falta de lealtad, traición y otras palabras altisonantes. Sin embargo, lo relevante del caso es que esta nueva crisis tenga lugar durante el confinamiento, cuando no hay fútbol. Si Bartomeu pretendía rebajarla, como en otras ocasiones, en realidad ha dado material informativo a una sección, la de Deportes, que ahora mismo vive de contar anécdotas, efemérides y rumores de fichajes. Otro error de cálculo. Y cuando por fin el fútbol despierte, el dinosaurio todavía estará allí.