Antic, entre el triunfo y el despecho
El primer recuerdo en España de Antic es el de un líbero estupendo, fuerte por alto y muy buena salida de balón. Jugó en el Zaragoza la última temporada de Arrúa y la primera de Valdano, y luego se nos marchó a Inglaterra. Cuando regresó lo hizo como entrenador, vía el propio Zaragoza, avalado por Boskov y por el buen recuerdo que dejó. Entrenó a los tres grandes de España, y le quedó el resquemor de que ni en el Madrid ni el Barça le dejaron culminar la tarea. Eso le dejó un poso personal de amargura y despecho, porque en ambos casos sufrió trato injusto. Era inevitable que en las conversaciones con él surgiera aquel doble dolor.
Al Madrid llegó en la 90-91, con el equipo en muy mala posición y lo enmendó. El curso siguiente Mendoza le echó en el ecuador de la Liga, siendo líder, para colocar a Beenhakker, que en la segunda vuelta hizo ocho puntos menos y perdió la primera de las ligas de Tenerife. Al Barça le llevó Gaspart en la 2002-2003, con el equipo a tres puntos del descenso y le metió en la UEFA. Entonces llegó Laporta, con Rijkaard (y Ronaldinho), y le tocó salir por la puerta trasera. Entre ambas cosas, el Atlético, donde se atrevió a ir cuando Gil devoraba entrenadores. Allí alcanzó la gloria del doblete, un relámpago de felicidad en una época turbulenta del Atlético.
Fue el último Atlético con alineación 'de memoria'. Un equipo elegante, con presión adelantada, portero-líbero, la distinción de Kiko y el balón parado de Pantic, al que sacó de la nada. Tampoco con Gil acabó bien. Tras perder una final de Copa con el Valencia, y mientras la hinchada aún coreaba "¡Radomir, te quiero!" Gil le despidió abruptamente en las duchas. Aún volvería, el año en que Rubí, un funcionario colocado para llevar las cuentas, jugó a presidente, cesó a Ranieri y le repescó. No fue ningún favor. Le tocó sufrir el descenso en una temporada histérica. Con todo, el Atlético le reserva un sitial en su historia. Descanse en paz.