El último partido de nuestra vida
Tiene sentido que el último partido antes del aislamiento fuese el de Liverpool. Si tuviera que guionizar el apocalipsis futbolístico sería algo parecido. Un equipo trepidante, preciso, atrevido y enérgico asediando a otro temeroso, lánguido, desesperado y conservador. Y por supuesto, ganaron los segundos desatando la maniquea moraleja: los malos ganaron a los buenos. No me canso de explicar que el fútbol nos engancha por su capacidad de estereotipar la vida. Y ni siquiera los actores son ajenos a ello. El entrenador derrotado, el experimentado y estudioso Jurgen Klopp, pataleó: "No entiendo que jueguen así con el equipo que tienen". Lo entiende perfectamente pero prefirió lanzar moralinas.
Hay que ser de hielo para salir derrotado de un partido en el que has tirado 12 veces a puerta, dos palos, 16 córners, tu portero no ha parado nada y ponerte en plan analítico con chándal. Pero sabe que su apelación a la victoria moral es tan vieja como el propio fútbol. Insisto, en este y en casi todos los deportes, solo existe el concepto merecer para que el espectáculo sea de masas. ¿Os imagináis que los partidos terminaran con un jurado que decidiera el ganador en función de quién ha tenido más la pelota o ha dado más pases?
Me he pasado la vida viendo a mi equipo, el Real Madrid, jugar contra porteros que pierden tiempo, defensas de acero y entrenadores todavía más histéricos que Simeone quejándose del árbitro. No cuelan las excusas de antepalco hablando de merecer. Prefiero equipos entusiastas como el Liverpool, que juegan con el corazón en la boca y las ideas claras. Cuando se enfrentan a un rival como ellos el fútbol alcanza cimas coreográficas y su belleza es suprema. Pero jamás deslegitimaría la victoria de quien opta por la cara B del fútbol.
PD: Informar, formar y entretener. Nunca la utilidad del periodismo tuvo tanta importancia como ahora. Gracias al Diario AS por seguir hablando de fútbol, acudiendo al kiosko y renovando su web con historias.