De puerta cerrada a cierre a cal y canto
El fútbol a puerta cerrada ha dado paso al fútbol cerrado a cal y canto. Dos días después de que Italia entera se metiera presa a sí misma lo ha hecho nuestro fútbol (lo mismo que el baloncesto), de forma voluntaria, sin mediar instrucción gubernamental. Ha sido una decisión de Rubiales tras llamamiento de Aganzo que ha venido reforzado por la cuarentena madridista. Antes de verse arrastrado por la ola, Tebas anunció un paro de dos semanas, tiempo calculado para que la normalidad regresara al Madrid. (Las cuarentenas han menguado en duración, como los minutos de silencio). Pero el cierre no durará sólo dos semanas, es ‘sine die’.
Ni Italia ni España ni Portugal ni Holanda. ¿Seguirán otros? Es posible. De momento, los clubes de estos países miran a la UEFA, que ayer mantenía sus partidos de Europa League y hasta el martes no decidirá sobre la Champions. Estas ligas interrumpidas (y las que aparezcan) necesitarán más tiempo por detrás para su conclusión, y ese sólo podría salir de un aplazamiento de un año de la Eurocopa. Sería muy prudente. Esta edición estrena fórmula y se va a disputar en 12 países. Y el partido inaugural es justo en Italia. Para la UEFA supone detener un tren en marcha con pocos metros de vía por delante, pero tendrá que decidirse a hacerlo.
Esto nos ha cogido tan por sorpresa que se producen contrastes como el de ayer en Madrid: recién desembarcados 2.800 hinchas eufóricos del Atlético tras apiñarse, junto a ingleses, en Anfield, el fútbol nacional bajaba la persiana. Pero no es lo más grave que nos está pasando o nos pueda pasar. Lo más grave es el temido colapso del sistema hospitalario, que redundaría en perjuicio de quienes padezcan cualquier dolencia que requiera atención urgente. Lo único que podemos hacer es seguir las instrucciones para no ser vía de contagio, cruzar los dedos y esperar a que pase esta nube negra. Sin fútbol se puede vivir. Sin hospitales, no.