El fútbol es para tocarse
Me escupió y me dijo que me iba a pegar la gripe porcina", decía Sebastián Penco al término de un partido de la Copa Libertadores allá por el año 2009. Héctor Reynoso le había amenazado con escupirle encima. "Son cosas del fútbol, a veces uno pierde la paciencia y te descontrolas", se defendía Reynoso. Escribo estas líneas sin saber si se suspenderán o no las siguientes jornadas de LaLiga. Si sé que es lo correcto porque el fútbol carece de sentido a puerta cerrada y porque, aunque es una poderosísima herramienta de distracción de nosotros los mortales, es practicada por iguales. Lo escribía Carvajal en Instagram: "¿Los jugadores, cuerpo técnico y asistentes de las plantillas de Primera y Segunda somos inmunes?". Los jugadores están expuestos, tocan y se tocan, hasta se escupen.
También creo que es correcto suspender la LaLiga porque, extrapolándolo a los aficionados, me parece inviable ver un partido de fútbol con alguien sin tocarse. No hay experiencia más "tocona" en la vida que el fútbol, salvo el sexo o alguna visita a casa de tus abuelos. Yo he terminado abrazada a desconocidos durante muchos partidos. En el fútbol siempre tienes escoltas. Si estás viendo un partido con extraños en un bar sabes que alguno se te terminará acercando antes o después para entablar conversación. Hace bastantes años, cuando era becaria de un periódico local de Vigo, tuve que entrevistar a un pintor brasileño. La entrevista transcurrió entre monosílabos. Ya había cerrado la libreta con la sensación de no poder completar ni un párrafo de texto, cuando por casualidad salió el tema del fútbol. Aquel señor mohíno empezó a contarme su vida como si fuese la escritora de sus memorias. Ayudó bastante que su primo fuese un tal Gylmar dos Santos (o bueno, eso me dijo).
Quizá vamos hacia un futuro distópico en el que veremos los partidos a un metro de distancia en los estadios, o en el que celebraremos los goles tocándonos sólo con los codos. Aunque eso no será fútbol, será una cosa distinta a la que habrá que ponerle otro nombre. El fútbol siempre será, más que una ceremonia deportiva, una ceremonia social, un barullo monumental.