Los Juegos sobreviven al coronavirus

Si los Juegos Olímpicos de Tokio 2020 se inauguraran mañana, seguramente habrían sido cancelados o aplazados para prevenir la expansión del coronavirus. Así lo marca la lógica, cuando otros eventos deportivos de menor impacto están siendo suspendidos, pospuestos o retocados en Japón y en otros países del mundo. El pasado domingo, sin ir más lejos, la Maratón de Tokio se redujo a los atletas profesionales y pasó de 38.000 potenciales participantes a 300 reales. Pero los Juegos no comienzan mañana, sino el 24 de julio, y el escenario puede cambiar mucho para entonces. De hecho, la esperanza es que el calor estival sea capaz de frenar el avance del Covid-19, como ocurre con otros patógenos más habituales. Eso explicaría por qué en el hemisferio sur, donde ahora es verano, no hay apenas casos positivos, como ocurre en el norte. Por eso el COI ha querido zanjar el asunto con rotundidad. El martes, con un comunicado. Este miércoles, con la intervención de su presidente, Thomas Bach. Las palabras “cancelar” o “posponer” han sido suprimidas estos dos días de su Comité Ejecutivo.

Hay que confiar en la seriedad del Comité Olímpico Internacional, “un organismo responsable”, en boca del propio Bach. A lo largo de la historia, según recordó en la misma rueda de prensa, el COI ha tenido que lidiar con crisis incluso mayores que la actual, como el atentado de Múnich 1972 y los boicots de Moscú 1980 y Los Ángeles 1984. Más cercana está la experiencia de Río 2016, cuyas fechas previas se inundaron de noticias alarmantes sobre el Zika y sobre el escándalo del dopaje ruso. La postura olímpica es “no echar más gasolina a la llama de la especulación” para centrarse en el frío intercambio de información con la OMS y con el Gobierno japonés. Las decisiones drásticas, si hubiera que tomarlas, se harán con coherencia en el momento adecuado. Nunca antes.