El coronavirus acecha a los Juegos (II)
Hace un mes, después de que la Organización Mundial de la Salud declarara la emergencia internacional, escribí una columna con este mismo titular: ‘El coronavirus acecha a los Juegos’. Recuerdo que recibí alguna crítica que me acusaba de alarmista. Nada más lejos de mi intención de entonces. De hecho, en aquel texto recogí que en vísperas de otras citas olímpicas también circularon preocupaciones que luego se diluyeron: el Zika en Río 2016, el terrorismo en Londres 2012, la polución en Pekín 2008… No es mi pretensión sacar pecho ni cobrar facturas por aquello, pero sí resaltar que en la presente fecha, 25 días después, nadie duda ya de la alarma. Lo que la OMS definía como “emergencia”, se ha convertido en un “prepárense para una pandemia”. Y las voces prudentes del COI ya no cierran la puerta a una cancelación de Tokio 2020. Lo ha dicho Dick Pound, el miembro más antiguo del Comité, un exdirigente histórico de la Agencia Mundial Antidopaje que sabe moverse en terrenos pantanosos. Pound ha marcado un plazo de tres meses para la toma de una decisión. Y ya se ha visto cómo cambia el panorama en un solo día.
Después de un mes, el coronavirus ya no es un problema exclusivo para el deporte de China, sino que también afecta con dureza al de Corea, Japón, Italia… La expansión es preocupante. La suspensión de los Juegos sería una noticia catastrófica para Tokio y para miles de deportistas que enfocan sus ilusiones a esa cita. Las alternativas de aplazamiento o de traslado resultan muy complejas, además de que quiebran la esencia olímpica. Otros eventos se han movido de fecha, pero eso trastocaría los calendarios, además de que habría que modificar la preparación de los atletas. Distribuir los Juegos por otros países podría ser otra solución, pero no resuelve el tránsito internacional de personas. Hay que esperar con cautela el desarrollo del patógeno. Pero, hoy, la cosa no pinta nada bien.