¿Crisis? ¿Qué crisis?
Durante las primeras jornadas de Liga había siete equipos colocados en una situación inmejorable para ganar el campeonato. Es más, Barcelona y Real Madrid vivían una crisis tremenda. Quien leyera la prensa sin ver la clasificación, podría pensar que el Real Madrid y el Barcelona estaban al borde del descenso. Pero sus crisis son como los suspensos de los chicos de buena cuna: los errores del rico no penalizan. Siempre hay algún colegio privado dispuesto a "vender" el título necesario y, además, los contactos familiares no desaparecen. El bache que a un pobre le cuesta el futuro, en el barrio alto es una anécdota en el triunfo final.
Como era de esperar, Real Madrid y Barcelona ahora son serios candidatos a ganar la Liga y aquellos equipos que arrancaron con sobresaliente ya no pueden ni soñar con el premio. Los ricos no sólo aguantan bien ciertos despistes de juventud, sino que sus rivales no son capaces de sostener el éxito durante demasiado tiempo. Recordemos que el 54% de las grandes fortunas españolas son por herencia.
Quienes creían -como casi toda España lo piensa de sí misma- que eran clase media, ahora descubren con sorpresa que son clase obrera como el Sporting, el Real Zaragoza o el Deportivo. Y una vez que desciendes en la ladera social y pasas largos periodos en paro, entras en la categoría de desahuciado potencial. Se lo pueden preguntar al Racing de Santander y al Real Oviedo en su momento. Y también a la U. D. Salamanca o al C. D. Logroñés, que ya no están con nosotros.
El ecosistema actual provoca que el grande sea cada vez más grande. Sucede en todos los ámbitos, también con las ciudades y los grupos de música. Sólo cuando las reglas del juego nos proporcionan unas leyes más justas se puede hablar de "meritocracia", como sucedió en los cuartos de final de Copa del Rey. Los aficionados de equipos modestos observamos las crisis de los grandes clubes como a Esperanza Aguirre cuando dijo que no llegaba a fin de mes: con incredulidad.