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¿Y ahora qué pasa con el deporte?

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España ya tiene presidente: Pedro Sánchez. Una investidura que, al margen de valoraciones políticas, sirve para desbloquear el estado de provisionalidad que vivía el país en todos sus ámbitos. Eso incluye el deporte, por supuesto. La elección del mismo presidente anterior asegura, al menos, que no se partirá de cero y se podrá aprovechar parte del trabajo que estaba en marcha. Antes de volver a remangarse, eso sí, hay que reubicar el escenario: en qué ministerio estará el Deporte, quién será su titular y quién presidirá el CSD. Cultura, Guirao y Rienda son las respuestas actuales, pero no está claro que se mantengan. Esta semana se desvelarán varios de esos enigmas. En las últimas fechas ha sonado mucho Pepu Hernández como futuro secretario de Estado. Sea cual sea la vía elegida, los objetivos de la política deportiva no van a cambiar. La prioridad continuará centrada en la aprobación de una Ley del Deporte que sustituya al obsoleto texto de 1990, para redefinir el profesionalismo, potenciar las disciplinas femeninas y la igualdad, regular las profesiones deportivas…

El Gobierno de coalición también se ha comprometido a impulsar un Plan Estratégico, largamente demandado por las federaciones a través de ADESP y del COE, con programas cuatrienales que cubran el periodo olímpico, para no depender siempre de la subvención de turno. Según los últimos Presupuestos, que no prosperaron, la idea es aumentar notablemente ese dinero. En todo caso, los años de la crisis deben servir de aprendizaje al deporte, que ha descubierto cómo puede atraer recursos privados y patrocinios imaginativos. Este año se ha salvado por una partida especial inicialmente destinada a la Seguridad Social del deportista, que se desvió a la preparación internacional para los Juegos. Una buena jugada que, con un plan definido a más largo plazo, no hubiera sido necesaria.