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El fútbol, como la vida, son muchos minutos de cháchara intrascendente y algún ramalazo de brillantez. En las noches inspiradas te sientas a la mesa con amigos y malo será que no bajes la persiana con dos ocurrencias memorables pero el resto… Explicar el fútbol tiene mucho de funcionarial. Más de rebañar balones sin descanso que de enchufarlos por la escuadra. Sin embargo, en estas fechas nos visita una imagen preciosa del idioma. Una por la que cuyo autor, que desconozco, merecería ser canonizado. Acaba el año y reluce la frase que mejor define este fútbol de consumo rápido que nos toca vivir. Es época de comerse los turrones. Mejor dicho, de no comérselos. Maldita la gracia que le hace a Marcelino o Machín pero cuanta belleza y precisión en tres palabras…

La anécdota que mejor explica lo de los turrones sucedió en Italia, aunque allí lo hacen con panettone. A Davis Mangia lo nombraron entrenador del Palermo en verano de 2011. El hombre dirigía al equipo primavera cuando Zamparini fulminó a Stefano Pioli. Que aquel fuera el trigésimo sexto despido del presi debió poner sobre aviso a Mangia aunque al principio todo fueron rosas. Arrancó en agosto y en septiembre Zamparini le vendió en público como el nuevo Wenger, uno llamado a tirar del carro durante muchos años. Entrados en diciembre, antes del derbi contra el Catania, todos los titulares sobre Mangia preguntaban si se comería el panettone. Ahí Mangia, resabiado desde el arranque, lo vio claro y en la rueda de prensa anterior al derbi apareció con el popular bizcocho en la mano. Le pegó un bocado frente a la nube de periodistas que trataban de rascar algún titular sobre su incierto futuro y lo dejó bien claro: "Al menos yo ya me he comido el panettone". Al día siguiente el Palermo perdió el derbi y Zamparini lo puso en la calle.

Davis Mangia, cuando dirigía al Palermo.
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Davis Mangia, cuando dirigía al Palermo.

En España hemos pasado por la guillotina turronera con el matasuegras en la boca y el confeti en los hombros. Sólo cuatro clubes le han negado el dulce a su empleado de cabecera. El Espanyol y el Leganés, en cambio, se han levantado rumbosos esta temporada y ya van por la tercera ocurrencia. En Italia, nueve entrenadores no se han comido el panettone y en Inglaterra, tierra de animales mitológicos como los campos de aliento incesante o los técnicos perennes, han caído nueve. Dieciséis clubes han tenido la fiesta en paz y se agradece la moderación aunque nos hayan privado de una frase gloriosa.