Un Mundialito sin Madrid ni Barça...

Esta vez nos ha tocado seguir el Mundialito desde lejos y con cierta indiferencia. Llevábamos cinco años poniendo el campeón europeo, cuatro veces el Madrid y una el Barça, y no vernos ahí produce cierta nostalgia, como si aquello fuese un derecho adquirido. Pero se fue Cristiano Ronaldo, se apagaron sucesivamente Xavi e Iniesta y en esas surgió el Liverpool, el último éxito de Klopp, con su fútbol intratable, y está barriendo con todo. Le costó ganar, lo hizo con un gol en el descuento, pero ganó, y se llevó el berrinche de que los burócratas de la FIFA no le dejaran acercarse con la copa a los suyos, que habían viajado desde tan lejos.

Esta exaltación del Liverpool al trono mundial (en lo oficial y en la consideración de los aficionados de todo el mundo, que le reconocen como el mejor del planeta), coincide con el décimo aniversario del sextete del Barcelona de Pep Guardiola. Un fútbol para ser contemplado con música del Danubio Azul, lo diametralmente contrario a este juego del Liverpool, de tambores y truenos, servido por estupendos futbolistas pero arrebatados de energía y de un compromiso fanático. El Barça era torero, el Liverpool es toro. Dos recetas muy diferentes, pero ambas de ataque, para alcanzar la cima del fútbol mundial.

El fútbol es pendular. Ahora daría la sensación de que aquello del tiqui-taca, con Xavi e Iniesta tocando la flauta para hipnotizar a la cobra, ya no es más que el sueño de una noche de verano. Que lo que se impone es la carga de caballería, espada al viento y el caballo babeando espuma, pero no estemos seguros. El fútbol ha ido y vuelto de un lado a otro varias veces, y hasta ha dado oportunidades a fórmulas más egoístas, aunque hay que recordar que a lo largo de la historia estas han dado menos provecho. En todo caso, si este es el tiempo del Liverpool, hay que felicitarle como gran campeón que es. Y a todos ustedes, feliz Navidad.