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Nadal reescribe su historia

Joane Somarriba tenía 19 años cuando un médico del Sanatorio de Gorliz le tendió unos pañuelos y le anunció una terrible noticia: “Llora si quieres, pero aquí no hay nada que hacer”. La vizcaína quedaba así desahuciada para el ciclismo por una infección durante una operación de hernia discal que estuvo a punto de postrarla en una silla de ruedas. Su madre, Regina, buscó unas palabras de consuelo: “Esto es que Dios no quiere que montes más en bicicleta”. Joane, inconformista y rebelde, respondió: “Pues Dios va a tener que cambiar de opinión”. Y cambió. Somarriba volvió a correr y se convirtió en una estrella del pelotón, dos veces ganadora del Giro, tres de la Grande Boucle (equivalente al Tour), oro mundial de crono… Joane no se rindió. Los campeones nunca lo hacen. Y reescribió su historia.

A Rafa Nadal le dijeron que su carrera como tenista no iba a ser muy larga, porque su juego era demasiado físico y tanto desgaste no le concedería el don de la longevidad. Se resistió al diagnóstico, aunque la realidad le abofeteaba, una y otra vez, con una colección de lesiones: las rodillas, las muñecas, los dedos, los abdominales, los pies… Una vez dijo su tío Toni que Rafael se había acostumbrado a convivir con el dolor. El 20% de su carrera, un total cercano a los tres años, se lo ha tirado parado con problemas de salud. Esta temporada tampoco ha sido una excepción en ese sentido. A sus 33 años actuales se imaginaba ya retirado, pero en lugar de disfrutar de una dulce jubilación, de lo que ha gozado en el presente 2019 es de haber ganado su duodécimo Roland Garros y su cuarto US Open, que a su vez suman su 19ª Grand Slam; de haber sido clave en la conquista de la sexta Copa Davis para España, que es la quinta en su palmarés particular, y de terminar Número Uno. Unos logros que le alzan como el mejor deportista del año. Rafa no se rinde. Los campeones nunca lo hacen. Y reescribe su historia.