Balonmano a pares

Los seguidores del balonmano pueden disfrutar este domingo de una ración doble. A la hora del vermú, o del desayuno para los más tardíos (12:30), las Guerreras juegan la final del Mundial ante Holanda, un oro que viene con premio extra: el pasaporte a Tokio 2020. Y a la hora de la sobremesa, de la merienda para los más madrugadores (17:00), el Barça se enfrenta al Bidasoa en la final de la Copa Asobal, en busca de su enésimo título nacional consecutivo. La primera llega envuelta en la heroica, porque la Selección nunca había hollado esta cumbre, ni siquiera en los tiempos que lideraban jugadoras tan míticas como Marta Mangué y Macarena Aguilar. La plata ya es un hito. El oro las convertiría en leyenda. La final masculina produce menos interés, dado ese dominio azulgrana que anula la incertidumbre. Hace años que la única emoción doméstica está en lo que acontece con el resto. Esta Copa, por ejemplo, no conoció a dos de sus participantes hasta el miércoles, coronado con un sorteo a las 22:30. El Barça no tiene la culpa de su autoridad, pero tampoco se puede ocultar el sopor que provoca.

Las dos finales no coinciden en hora, por fortuna para la hinchada de este deporte, pero no tanto para el aficionado más esporádico, que difícilmente hará doblete. El balonmano no es una disciplina con tanta repercusión mediática como para permitirse competir entre sí. En otros foros también ocurre, por ejemplo con la MotoGP y la Fórmula 1, pero estos deportes son suficientemente fuertes para crecer independientes. Alguien puede argumentar, con razón, que la presencia de las Guerreras en la final ha sido totalmente inesperada, pero conviene recordar que no es la primera vez que sucede, que hace cinco años ya jugaron la final del Europeo y, entonces sí, se solapó en parte con esta misma Copa Asobal. Sea como sea, a las 12:30 comienza la fiesta con una final histórica. Por la tarde, ya se verá.