Intimidad
Hace dos semanas, Miguel Ángel López Andrades, médico del Real Madrid de baloncesto, tuvo que pagar una multa de 15.000 euros por arengar a sus jugadores llamando "ratas" a los rivales antes del encuentro contra el Barcelona. Joaquín pidió disculpas por decir durante un partido a su preparador físico que Vinicius era "muy malo". Recordemos aquel famoso "dígale al negro que usted es mejor" de Luis Aragonés a José Antonio Reyes.
Todos sabemos que Joaquín no piensa que Vinicius sea malo, ni que Aragonés fuera racista ni que el médico del Madrid crea realmente que los rivales sean ratas. Pero, la pregunta es, ¿qué hace una cámara en un vestuario, por ejemplo? ¿Qué hace una cámara presente durante una charla táctica? El banquillo, que era lugar de recogimiento, se ha convertido en un escenario. Lo más curioso es que muchas imágenes de un vestuario son desveladas por sus propios protagonistas o las televisiones de los clubes. Con el afán de acercar a los jugadores a los aficionados, sentimos que nos igualamos a ellos. Pero, mientras ellos entrenan duramente, nosotros estamos en la barra del bar. Lo que hacemos es restarles grandeza. Si estuviéramos en el camerino de los Rolling Stones antes de que salieran a tocar, nuestra sed de cotillas se vería saciada, pero perderíamos algo único que es esencial en el deporte y en la vida: el misterio.
En política también sucede lo mismo: conocemos detalles de negociaciones entre diputados casi a tiempo real. Reuniones supuestamente secretas se ven sometidas a los vaivenes de las redes sociales. Es como escribir un libro con un lector mirando por detrás del hombro o hacer el amor con alguien en la habitación mientras opina por Twitter. Por eso, el acoso escolar actual es terrible. Antes, si te pegaban en el colegio, cuando llegabas a casa, estabas a refugio, pero ahora, a través del móvil ya no te puedes escapar. Todo ser humano debería tener derecho un espacio físico y emocional privado. Lugares que no estén invadidos. Es una cuestión de supervivencia.