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Fuera de toda lógica

Se imaginan un mundo en el que el mejor restaurante del planeta pagara 50 millones de euros por un Ferrán Adriá con 16 años para que cocinara allí? ¿Se pueden imaginar también que los platos de ese joven fueran examinados por millones de personas y que su vida se convirtiera, de golpe, en el foro de debate del periodismo mundial? Estaría fuera de toda lógica, ¿verdad? Pues en este descabellado supuesto consiste la vida de Rodrygo, Ansu Fati, Vinicius o João Félix. No sé si ustedes se han fijado, pero el mundo del fútbol tiene tanta pasión que carece de corazón. Y también de juicio.

Esperando la llegada del nuevo Mesías perdemos de vista que estos futbolistas son auténticos imberbes, personas sin terminar a las que colgamos nuestras esperanzas. El aficionado ejerce su pasión y espera que suceda el milagro. No razona. ¿Locura? Por supuesto, pero nadie puede culparnos, el fútbol se nutre de eso. La urgencia por obtener audiencia también lanza a columnistas y tertulianos a especular, encumbrar o arrojar a los infiernos, de la noche a la mañana, a estos adolescentes. Pero tampoco se les puede culpar, salvo por algunas excepciones malintencionadas. Que el fútbol es un negocio sin cabeza lo sabemos todos, pero ahí reside su magia, en la pasión, en aquello que no es seguro, pero tal vez suceda.

Rodrygo en su presentación con el Real Madrid.
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Rodrygo en su presentación con el Real Madrid.

El fútbol iguala a la gente, seas rico o pobre, votes a Iglesias, Sánchez o Casado, tu equipo el domingo puede ganar. Nos provoca emociones muy intensas y nos hace felices, es así. ¿Son demasiado jóvenes? Sí. ¿Es sano? Seguramente, no. Pero se les premia con sueldos astronómicos y con la posible gloria. Ese es el pacto: ellos son ídolos y nosotros insuflamos ánimo, miramos, opinamos y soñamos. Y nos encanta, a ellos y a nosotros, no nos engañemos. Sin esa locura y esperanzas depositadas en los jóvenes cracks el fútbol no sería tan especial. Queremos ídolos y nos encanta descubrirlos, ni más ni menos. Sin esta bendita locura, no os quepa duda, este delicioso deporte sería mucho más gris.