Un dakariano a la sombra de Hamilton

Es una pregunta sin respuesta, por más que nos empeñemos, una y otra vez. ¿Quién es el mejor de la historia? Las interrogantes se alzan en todos los deportes, incluso entre ellos. ¿Quién es el mejor piloto, el mejor atleta o el mejor ciclista de siempre? ¿Quién es el deportista más grande? El debate resulta inevitable, aunque difícilmente conduzca a una conclusión unánime. En cada época se utiliza una tecnología, unos métodos de preparación, hay rivales distintos…No hay balanza fiable.

Hace una semana, Lewis Hamilton se proclamó séxtuple campeón del mundo, se situó un título por delante de Juan Manuel Fangio y uno por detrás de Michael Schumacher, y el dilema resurgió entre los aficionados. Sus números, rotundos, le colocan en la cúspide del automovilismo. Pero en la Fórmula 1 entran unos factores en la ecuación que no existen en otras disciplinas, porque al frío dato hay que sumar algo tan volátil y subjetivo como la voz del paddock, que juzga la calidad de los pilotos sin guiarse por el palmarés. Normalmente con el latiguillo: “Si Menganito hubiera tenido tal coche…”.

Hamilton ha reabierto ineludiblemente la discusión. En su caso no sólo se le cuestiona su pulso con la historia, sino con sus coetáneos, aunque exhiban menos laureles. La comparación con el doble campeón Fernando Alonso es un recurso habitual, alentado por esos eruditos analistas del paddock… ¿Qué palmarés tendría el asturiano con el mismo Mercedes que ahora corona a Lewis? Nunca lo sabremos, y de poco sirve insistir. Aquí la única realidad es que Alonso, después de encumbrar a Renault, brilló con Ferrari, aunque nunca ganó el Mundial a sus lomos, y luego se aburrió con el último McLaren hasta alejarse de la F1. Su competitividad apunta ahora a nuevos horizontes como el Dakar. Este sábado se ha subido al podio en Arabia Saudí, en las mismas arenas que se encontrará en enero. Es mejor mirar al frente.