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Un pecado en medio del infierno

Dos caras. De una más que notable primera parte del Espanyol, quizás (o sin él) la mejor de la temporada, se pasó al padecimiento tras el descanso, simbolizado en el pecado de juventud que cometió Víctor Gómez, al cometer un absurdo penalti al empujar a Rodrigo en el área. La inocencia del equipo de Machín, también joven, falto de madurez aunque en evolución, le condenó de nuevo en el RCDE Stadium, donde el Espanyol vive un auténtico calvario: ya son seis partidos de LaLiga (más el europeo ante el Ferencvaros) sin ganar. No es momento aún de fustigaciones, aunque los partidos hay que analizarlos en su globalidad. Está lejos aún el conjunto perico de ser fiable, de que su máquina esté 90 minutos sin calarse. No se puede vivir en LaLiga siendo Jekyll y Hyde. Llevar ocho puntos en 12 partidos es un lastre más que preocupante.

Jekyll. Esa cara fue prometedora. El Espanyol se posicionó en campo rival gracias a su intensa presión y a la escasa capacidad del Valencia para dar continuidad a su juego. El equipo de Machín se desplegó con practicidad, llegando rápidamente a los costados y encontrando profundidad en la velocidad de desmarque de Wu Lei, un cuchillo entre central y lateral. El movimiento táctico del Espanyol fue interesante, con el chino fijando al lateral, Naldo y Víctor Gómez liberado. La autopista condujo al área, pero no a la portería. Tan elogiable es la capacidad del Espanyol para sacar rédito de sus acciones a balón parado (el gol llegó de un penalti tras en córner) como preocupante es la capacidad del equipo para generar ocasiones y definirlas con tino. Sin gol no hay nada que hacer.

Hyde. Pero la diferencia entre la primera y la segunda parte como la que existe entre el día y la noche. El Valencia dio un paso adelante y el Espanyol decidió replegarse en un 5-4-1. Pero los chés encontraron espacios, empezaron a arrinconar a un equipo perico que solo pudo achicar agua. Pedrosa y Víctor Gómez brillan en ataque y con campo por recorrer, pero son frágiles cuando les encaran cerca del área. Por esos costados percutió el Valencia y encontró los goles. Vargas restó más que sumó, perdido en esa zona derecha, desquiciado, sin capacidad de desequilibrio. Las emociones le pueden al argentino, más propenso al alboroto para lo bueno y lo malo.

Reacción. La derrota ante el Valencia es una puñalada, sobre todo por las formas. Todo el optimismo de la primera mitad se esfumó en una segunda con múltiples carencias y, de nuevo, con dudas a nivel individual en muchos futbolistas. Ferreyra acabó sustituido sin generar peligro, Darder le sigue faltando precisión (cometió además un aburdo penalti que fue anulado por el VAR por una mano previa) y, ya sea por un causa u otra, el equipo sigue encajando goles. Con Gallego ya fuera y con Machín con un bagaje, muchos jugadores deben dar un paso adelante.