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Manoseando el nombre de Zidane

El orfeón mediático habitual ha vuelto a situar en el alambre a Zinedine Zidane, cuya habilidad para moverse en la cuerda floja no tiene comparación en el fútbol. No es una novedad. Desde la pretemporada se acentúan las críticas al entrenador del Real Madrid por parte de los mismos periodistas que celebraron su regreso en marzo, cuando la crisis del club empezaba a ascender desde el césped al palco presidencial. El crédito de Zidane en el madridismo (una Liga y tres Copas de Europa en tres temporadas al frente del equipo) fue suficiente para apaciguar la tensión. Aunque el equipo no elevó sus prestaciones, la temporada terminó con decepción, pero sin ruido.

El único perjudicado de aquel periodo fue Zidane. Decidió volver en medio del desplome del Madrid, descartado desde diciembre en la Liga y eliminado de la Copa de Europa y la Copa del Rey. En aquellas condiciones, tres meses sin brillo, sin objetivos, con el estadio medio vacío y el equipo desanimado, Zidane estaba destinado a la erosión.

También sufrió su posición de poder, disminuida claramente durante el verano. Insistió sin éxito en Pogba, fichaje que se hubiera producido en marzo, cuando Florentino Pérez necesitaba a Zidane desesperadamente, pero la memoria en el fútbol es cada vez más corta. El entrenador que había evitado una profunda crisis institucional se transformó en el entrenador del Real Madrid a secas, como Benítez, Lopetegui o Solari.

La pretemporada acentuó esa percepción. Como suele ocurrir en el Real Madrid, la pretemporada es temporada. Siempre está sometido a la crítica minuciosa. Se sucedieron los malos resultados y comenzó un ejercicio que no se ha detenido desde entonces. Después de cada derrota, la facción florentinista del periodismo descargaba todas las baterías contra Zidane.

Zidane protesta desde el banquillo en un momento del Galatasaray-Real Madrid del pasado martes.
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Zidane protesta desde el banquillo en un momento del Galatasaray-Real Madrid del pasado martes.

Se trataba menos de una crítica al técnico que de una operación de desgaste, un manoseo continuo sin la menor respuesta del club, tan ágil para responder públicamente en otras ocasiones. Desde hace dos meses, a Zidane se le pregunta por la situación que atraviesa, en medio de un clima de incertidumbre que sólo afecta a su persona y a su trabajo. No merece una crítica equivalente, de hecho no hay crítica, a la desconcertante dirección deportiva del club, directamente atribuible al presidente.

El nombre de Mourinho aparece como un mantra en una dinámica que recuerda a la fábula del lobo con Caperucita. Se le cita con tanta seguridad y con tanta insistencia que el asunto ya ha merecido un par de respuestas públicas de Sergio Ramos, fatigado por la recurrencia de los mensajes, preocupado por su efecto en Zidane y en la estabilidad emocional del equipo, probablemente molesto por el espeso silencio del club (en Estambul declaró que la institución tiene la llave para aclarar esta clase de episodios) en una situación que sólo sirve para deteriorar al entrenador. En realidad es el silencio más ruidoso del mundo.