Vinicius y la figura del chupón
El juego de Vinicius en Son Moix me recordó, como otros partidos suyos antes, la vieja figura del chupón, abundante y admitida en el fútbol en los sesenta, en los setenta y aún en los ochenta. El fútbol se ha vuelto más científico y mecanizado con los años, manejado con mano de hierro por los entrenadores, que ahora se rodean de un equipo en el que no faltan vanguardistas de la Inteligencia Artificial. El individualista va desapareciendo y he aquí que de repente lo resucita Vinicius, abroncado, a cuenta de ello, por Jovic y Benzema. El problema del chupón no es cuando no las finaliza todas, sino cuando las que finaliza, las finaliza mal.
Cuando empecé a ir asiduamente al fútbol, acababa de aparecer Amancio en el Madrid. Jugaba de extremo. Cada vez que recibía, encaraba a su lateral, luego al que viniera en su ayuda, y al siguiente, y al otro... “¡Chupón!”, le gritaban. Cuando la perdía, el lamento era unánime: “¡Siempre le sobra el último regate!”. Pero cuando salía de los embrollos lo hacía con claridad y aquello acababa en gol propio o en pase mortal atrás, y en ese caso sus desparramos se alababan. Así fue haciéndose el amo en el Madrid. Lo malo de Vinicius es que cuando sale de todas las trampas no ve ni compañeros ni puerta y sistemáticamente chuta fuera.
En otro tiempo todo equipo tenía su chupón, en el que se confiaba para abrir defensas. Generalmente extremos, como fueron Juanito, Onésimo, Ortuondo o Juanele, pero a veces también interiores, como Solsona o Villa. Jugadores habilidosos y atrevidos para defender su forma de jugar, más allá de la impaciencia del público. Cuajaban los que del embrollo salían con claridad. A los que no, como le pasó a Ito, se los llevó el tiempo. La revolución retroactiva que propone Vinicius, y en la que ya fracasó Deulofeu, sólo podría prosperar si adquiriera esa lucidez final de la que hoy carece. Pero ni los tiempos están para eso ni veo a Zidane con paciencia.