Hamilton necesita ganar

Estaba muy enfadado Lewis Hamilton al acabar el GP de Japón. Había subido al podio y, sobre todo, dado otro valioso paso hacía su sexto título mundial, pero su decepción era evidente. Y comprensible. De nuevo se le había escapado la victoria de una carrera, en los últimos cinco grandes premios sólo pudo rematar en el anterior de Rusia, balance poco satisfactorio para un piloto insaciable de triunfos. Especialmente cuando en determinado momento de la temporada llegó a enlazar cuatro triunfos consecutivos y parecía que el Mundial resultaría un paseo triunfal, que le iba a permitir finiquitar su objetivo antes de lo que está ocurriendo. Tampoco ayudo mucho a verle feliz ser incapaz de superar al Ferrari de Vettel en los compases finales de Suzuka.

Sólo una catástrofe alejaría a Hamilton de ese título de F1, más ahora que su único rival con opciones matemáticas es su compañero Bottas. La ventaja es tanta que podría dedicar las cuatro citas restantes a contemporizar esperando que la nueva corona caiga por su propio peso, aunque es evidente que no va a ser así. Un campeón siempre quiere serlo demostrándolo con argumentos y su racha desde el verano no es la soñada. De ahí su disgusto en el podio japonés, tanto como para impedirle incluso disfrutar de un nuevo título de constructores para Mercedes (fea, dicho sea de paso, esa actitud en un día importante para su equipo). Así que sólo queda esperar una reacción contundente del inglés, cualquier otro escenario resultaría una sorpresa mayúscula.