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El uruguayo, despacito y buena letra

En el descuento del primer tiempo ante el Granada, cuando la mayoría de los jugadores pensaban en el descanso, Valverde robó un balón entre dos contrarios, tiró un autopase ante otro y, como se fue largo, siguió a presionar al cuarto rival que se le ponía delante, volvió a robar y, de primeras, le puso un balón de gol a Hazard. La jugada no parece a simple vista maravillosa pero refleja el espíritu del juego de este chico (que, no olvidemos, solo tiene veintiún años): presionar, robar y tirar hacia arriba. El sábado estuvo a la par de Casemiro en duelos ganados y participó mucho en el juego en campo contrario, acertando en los pases casi tanto como el propio Modric.

No hay que sacar las cosas de quicio y consagrar al uruguayo como un fenómeno, pero sí parece que era oportuno un partido así para que se le tenga en cuenta como un futbolista importante en la plantilla. Teniendo la frescura y el motor que tiene, este año debe superar los veinticinco partidos que jugó el año pasado y que sirvieron para que se lo quisieran llevar en verano el Tottenham, el Schalke o el Betis. Se quedó para ayudar y crecer. Zidane tiene que decidir si le otorga un papel preponderante. El estado físico de algunos veteranos y el hecho de querer jugar con tres arriba le abren un panorama halagüeño, sin prisas, pero sin pausas.