Sevilla-Real Sociedad, una luz en la noche
Me llama un amigo entristecido. Su nieto, que tiene ocho años, se hizo un profundo seguidor del fútbol desde la precocísima edad de cinco. A los seis ya debatía como cualquier adulto, con conocimiento, propiedad y ardor madridista. Ayer le sorprendió viendo una película infantil en la tele. Le preguntó: “¿Ya no ves el fútbol?”. Escuchó: “Es que el fútbol se ha vuelto aburrido”. Ignoro si fue el derbi del sábado lo que acabó de enfriarle, pero inmediatamente pensé en ese partido, jugado con tantas precauciones. Muchos buenos jugadores aplicados a un juego mecánico en el que se trata de impedir que el otro haga cosas.
No ha sido solo este partido. Por desgracia, la temporada ha empezado con malas señales. Se fue Cristiano sin relevo, Messi no está ahora mismo y los grandes nuevos reclamos individuales nos están fallando. João Félix apuntó, pero aún no cuaja; Hazard no ha hecho hasta ahora casi nada; Griezmann está dando el cante en el Barça. Como lo han dado, en mayor o menor medida, nuestros tres principales clubes en la Champions. El Valencia tuvo el único gran éxito con su victoria en Londres, pero su devenir está emponzoñado por el desagradable edificio institucional. Nuestro fútbol emite hoy señales débiles.
Si no hay genios mandan las pizarras y la diversión escasea. Ningún entrenador sufre por un 0-0. Zidane estaba contento con el empate, Sergio Ramos, no. El Cholo, que está marcando pautas, se caracteriza por producir resultados cortos. Si a eso unimos el embrollo de los cambios de reglas (yo las viví intocables desde los 12 años hasta los 50, al nieto de mi amigo se las han alborotado mucho en sus tres años de joven hincha) completamos el cuadro. En fin, espero que vuelva Messi y que cuajen João Félix y Hazard cuanto antes. Mientras, me agarro a Navas, Cazorla y a Joaquín. O a que nos rescate, de vez en vez, algún partido como el Sevilla-Real Sociedad de anoche.