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Vemos series por encima de nuestras posibilidades. Tantas, que los futboleros viejos hemos dejado ya de epatar al burgués por la cantidad de partidos que nos enchufamos. Yo mismo, que llegué a estar preocupado porque el fútbol lo llenaba todo en mi vida, no doy crédito. Respiro aliviado, pero a la vez siento que se me escapa ese discreto encanto que me adornaba. El cansino del balón que un día fui para los que me rodean ya no asusta. La culpa es de tanta serie.

¿Demasiado fútbol? Nadie me increpa ya por ello. He dejado de ser aquel valiente que arriesgó noviazgos por huir pronto los domingos para ver los resúmenes de Estudio Estadio (el de entonces, sin tertulianos), que achinaba los ojos para ver los partidos (sólo los partidos, malpensados) codificados de Canal+ y que inventaba funerales en Soria para acudir in situ a las más impúdicas citas balompédicas.

La comparación ofende. Ni siquiera hay fútbol en directo a todas horas frente a las plataformas que ofrecen series 24/7: ya ni lo de 'El partido del siglo' impone frente a la cantidad de mejores series del año, de la década y de la historia que no nos podemos perder, con esa insatisfacción de no llegar nunca a nada que dejan los que afirman verlo todo.

Y, en pleno empacho, lo de las docuseries de futbolistas, que se nos va de las manos. Había mil razones para cargar contra El corazón de Sergio Ramos, pero ha sido más fácil criticar al futbolista por doquier. El fiasco de la serie no es culpa suya. Bastante tiene con controlar sus sobradas en el campo y que no se le caiga el sombrero fuera de él. No hace falta que las biografías estén recusadas por sus personajes para disfrutarlas. Si un futbolista capital ofrece poco más allá de lo folklórico (ahí deja varias perlas) es que Amazon ha fallado. Y si la excusa es que Ramos puso vetos, entonces es que no debió rodarse. La serie es un choteo; para valorar al futbolista están sus partidos. Como el 0-1 en Sevilla anoche. Entre serie y serie, criticamos a Sergio Ramos por encima de nuestras posibilidades.