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Stéphanie Frappart estuvo a la altura

Buen partido la final de Supercopa, y buen estreno el de la árbitra Stéphanie Frappart y sus compañeras en las líneas. Su designación para este partido era noticia y vale decir que desde cierto punto de vista estaba un poco o bastante forzada. Acaba de ascender a la Ligue 1, en la que ha arbitrado dos partidos este curso. Eso y algún partido fuerte de Copa el pasado. Muy corta experiencia en el alto nivel masculino (en el femenino sí, arbitró muy bien el último Mundial incluida la final del mismo) para un desafío de tal envergadura. A ningún árbitro masculino le hubieran dado un partido de tanto rango con tan corto recorrido.

Es un caso claro de discriminación positiva que hay que entender porque se trata en estos tiempos de reparar tanta barrera como se puso en los pasados. Pero ella estuvo a la altura, lo mismo que sus compañeras. Firme, bien colocada, atenta y sin enredarse. Hace tiempo se decía que el mejor arbitraje era el que no se notaba. Se ha perdido esa frase, pero sigue siendo el mejor elogio, y eso vimos ayer. El arbitraje tan noticioso durante las vísperas no fue noticia durante el partido. El fútbol fluyó con naturalidad, y nadie pensaba si quien arbitraba aquello era hombre o mujer, planta o pez. Un arbitraje bien hecho.

Tocó prórroga, una prueba para la resistencia física de todos, también la suya, y en ella sobrevino un penalti en el que no todo el mundo estará de acuerdo. La jugada más difícil de todas: el delantero que se va, el portero que sale al bulto y un derribo en el que es difícil discernir si el portero arrolló o el delantero buscó la caída. Ella dio penalti porque fue lo que vio, y aquí habrá opiniones divididas pero de eso no será culpable ella, sino la naturaleza del fútbol, que con VAR o sin VAR deja espacios a la discusión. Un estupendo arbitraje, en fin, favorecido, eso sí, por la buena conducta general, que permitió que un gran partido luciera en todo su esplendor.