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Márquez sólo tiene un rival

No se llama Dovizioso. Tampoco Viñales o Rins. Ni siquiera Rossi. Marc Márquez sólo tiene un rival en su lucha por un nuevo título de MotoGP y su nombre es infortunio. De apellido, lesión. Únicamente si el vigente campeón y sólido líder del Mundial quedara fuera de juego, el resto de los pilotos de la categoría reina tendrían alguna oportunidad de complicarle las cosas. Porque en condiciones normales, absolutamente nadie se encuentra en disposición de plantar cara a un piloto que ha alcanzado un nivel de excelencia inaudito para mí. Jamás he visto nada igual, ni siquiera parecido. El circuito de Brno no es propicio para su Honda... pero ni por esas. Su exhibición en el GP de Chequia ha vuelto a ser tal que llega el momento de admitir que ya no hay vuelta atrás.

Márquez se ha instalado en una vida al límite, alcanzando un confort en esa delicada tesitura que ninguno de sus competidores puede ni siquiera imaginar. Su control sobre la moto, su anticipación a las reacciones críticas, es tal que consigue manejar lo extremo como nadie más es capaz. Pero no sólo eso. Se muestra inteligente hasta lo insospechado y gestiona la estrategia con una maestría propia de pilotos de mayor edad, pese a que él ya es todo un veterano de este deporte. Su propia pole del sábado fue una muestra más de ello, dando continuidad a semejante solvencia en una carrera compleja en la que tampoco ha tenido rivales. ¿Qué más se puede decir? Pues que el título vuelve a estar en su bolsillo salvo que una desgracia se empeñe en impedirlo.