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El inquietante caso de Mireia

Los resultados de los Mundiales de Gwangju nos dejan una imagen de Mireia Belmonte inquietante, incluso preocupante, pero en ningún caso irreversible. En Corea nadó dos finales de seis posibles, lejos de las medallas que tan acostumbrada está a coleccionar. El rendimiento no es demasiado sorprendente, porque Mireia llegó corta de preparación, después de los meses de reposo que se tomó el pasado año para recuperarse de sus vértigos y de otros problemas personales. “Hasta las máquinas hacen reset”, dijo como justificación de un descanso del que espera sacar frutos más adelante. Hay que confiar en que únicamente haya sido una parada en el camino, y que pueda regresar competitiva en los Juegos Olímpicos de Tokio 2020, donde también aspira a ondear la bandera en la Ceremonia de Inauguración.

La calidad y la perseverancia de Mireia ahuyentan el pesimismo. Hay que recordar que en el año previo a Río 2016, la badalonesa causó baja en los Mundiales de Kazán por una lesión, pero supo recuperarse a tiempo para colgarse su anhelado oro olímpico. Quizá en esta senda de retorno tenga que cambiar algunas cosas, porque Belmonte llegará a Tokio con 29 años, una edad ya avanzada para una nadadora, y con un programa tan denso como los que ha afrontado normalmente, podría atragantarse. Entre Fred Vergnoux y ella deberán plantearse si no es mejor centrarse en el 200 mariposa y el 400 estilos, que es donde más posibilidades tiene, que estar desgastándose en otras distancias que no le van a aportar mayor gloria. Su ausencia en los podios, por cierto, confirmó otra cosa: que detrás de Mireia hay poco progreso.