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Canas y gloria en los banquillos

Rejuvenece (o envejece, vete a saber) esa conjunción de glorias recientes y de jóvenes del futuro en ese reencuentro de, por ejemplo, Busquets e Iniesta, Piqué y Villa, en los campos japoneses, en los vestuarios del Sol Naciente, lejos de La Masia o el Camp Nou, donde ellos se juntaron para hacer del Barça o la Selección española espectaculares ejemplos del fútbol. Esos nombres propios ahora juegan en aceras distintas, pero se dan la mano en la historia. Villa e Iniesta, hermanados en el Kobe nipón, se han enfrentado ahora a sus antiguos compañeros, suaves rivales, competidores sin riña.

Fuera de los sentimientos, a esos dos gloriosos delanteros que ahora ya peinan canas se les siguen viendo los modos. Iniesta no ha perdido el genio tranquilo con el que pasa como si estuviera sirviéndole pinceles a Picasso. Y el asturiano se sigue desmarcando con tino, sabiendo lo que vale un centímetro en una jugada. Ya en el banquillo parecían maestros esperando que los miraran para indicarles, con un golpe de ojo, cómo ellos lo hubieran hecho. El fútbol es también nostalgia, como la vida, un antiguo álbum de cromos que, por azar, desde Japón, cobra vida. Gloria y canas, ejemplares seres humanos que divierten sus horas siendo magistrales aún, inolvidables.