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Federer, un caso para la ciencia

No fue como en 2008. No fue como ese día en el que Rafa Nadal tomó por las bravas la catedral destrozando a Roger Federer y callando a los agoreros que pronosticaban que un terrícola como él no podría ser campeón en la hierba del All England. Habían pasado once años y el español se presentó ante el suizo con una versión diferente, mejor. Con un saque más afinado y con más recursos. Pero se topó con un Federer rejuvenecido que ha hecho del sagrado club londinense el patio de su casa, donde ha conquistado ya ocho veces el trofeo. A pesar de aterrizar desde Roland Garros con una paliza de tres sets, fue capaz de encontrar la calma y el juego necesarios para frenar a Nadal. En agosto cumplirá 38 años... Un cuerpo y un caso dignos de estudio para la ciencia.

En la pista se dilucidaba, de fondo, la supremacía absoluta del tenis. Una victoria del balear le habría dejado a las puertas de pelear con Novak Djokovic por su 19 Grand Slam y quedarse a sólo uno del virtuoso de Basilea. Una presión agobiante que se notó en un primer set que no tuvo la chispa de los grandes combates entre los dos. Nadal intentó que el partido entrara en el territorio de la épica y casi lo logra en el cuarto parcial. Ahí sigue, peleando por lo máximo. Como luchó Roberto Bautista ante el serbio en un regalo anticipado de boda. De una posible final española, del sueño, al despertar de un Federer-Djokovic. Cayeron dos colosos y jugarán por el título otros dos.