La Selección saca la cabeza río arriba

La del partido ante Islas Feroe era, ya se dijo, una fecha inoportuna para la Selección, que se enfrentaba a las vacaciones de sus jugadores, a la ausencia obligada de su jefe natural, a la frustración de no estar en Portugal en la fase final de la Liga de Naciones, que rozó, y a la evidencia de que el equipo de las Islas Feroe no moviliza nada. Por si fuera poco, a eso se unieron dos cosas: la muerte de Narciso Ibáñez Serrador, emblema de TVE, triunfador con formatos inolvidables, hijo de Narciso Ibáñez Menta, cuyas ‘Historias para no dormir’ hicieron leyenda; más el fichaje, por fin, de Hazard, ese cuasigaláctico, por el Real Madrid. A todo eso se enfrentó la Selección.

Y también a la rareza de un campo de hierba artificial y de bote extraño, del que se supone que los adláteres de Luis Enrique, ausente hasta quién sabe cuándo, estarían avisados. Y digo que se supone por falta de certeza, ya que de ello no hubo comentarios antes, y de hecho el grupo, que tiene un campo de ese tipo en Las Rozas, no lo utilizó para practicar. Para prevenir lesiones, explicó Robert Moreno en la víspera, una vez apremiado por las preguntas. Bueno, pues no hubo lesiones y La Roja sacó adelante un marcador brillante, 1-4, que sirvió para marcar un récord de victorias internacionales del capitanísimo Sergio Ramos.

Bien por la Selección, que anda reconstruyéndose sobre restos nobles, que vienen a ser como los de la vieja Roma, destruida por el paso del tiempo igual que el Barça, La Roja anda buscando unos inexistentes sosias de aquellos Xavi e Iniesta para mantener un estilo que me temo que se fue con ellos. Cada jugador que llega ahora a la Selección se siente comparado, sea en las Feroe, el Bernabéu o Tombuctú, con aquello que se fue y que no volverá. Por eso cuando les veo sacar dignamente un partido raro, fuera de fecha y con otras noticias asaltando la pantalla de la misma tele, que da el partido, me inclino ante ellos.