El bigote del ciclismo

Si Jaime Mir volviera a nacer, quizá estudiaría Publicidad o Marketing, dos disciplinas que dominaba sin necesidad de haber pasado por la universidad. Su escuela fue el ciclismo. Mir, por si alguno no le sitúa, era ese bigote con toallas que se colocaba detrás de los corredores cuando la televisión enfocaba en la zona de meta. Un carismático personaje que vio pasar a numerosas generaciones, desde Bahamontes hasta Contador. Una vida entera. Jaime, o Jaume, que tanto monta, falleció este miércoles a los 90 años. Siempre le creímos inmortal. Y en parte lo es. Si alguien estudia Publicidad o Marketing debería estudiarle a él. Nunca hubo mejor hombre-anuncio como este taxista de Barcelona que se acercó al ciclismo como chófer de prensa y ya se quedó en el pelotón para siempre. ‘Taxi Key’, le llamaban.

Si Jaime Mir volviera a nacer, seguramente volvería a ser Jaime Mir. El taxista, el chófer, el auxiliar, el confesor, el amigo… Y también ese actor que intervino en 126 películas, desde el spaghetti western hasta el cine del destape, y que dobló a estrellas como Claudia Cardinale, tirándose del caballo con falda incluida. Jaume volvería a ser ese pícaro que caía fuera del tiro de cámara, para tener que repetir la escena y cobrar un pellizco más. La misma picardía que utilizó en las metas, inspirado en Anquetil, para adecentar a los ciclistas mientras buscaba la televisión. Mir supo del poder de la imagen, del respeto a la marca… Fue el mejor hombre-anuncio. Un ‘Secundario de lujo’, como tituló Iván Vega en su libro. Este miércoles, cuando acabó la etapa del Giro, imaginé su bigote eterno detrás de Landa o Carapaz.