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Bale sale del Madrid tarde y mal

Hace dos años por estas fechas escribí aquí una columna afirmando que era el momento oportuno para vender a Gareth Bale. Aquel verano, se lo hubieran rifado en la Premier, y el Manchester United de Mourinho estaba como loco por la música. La salida del galés habría supuesto la más que probable llegada de Mbapeé, un fichaje que hubiera sido estratégico para el Madrid. Dos temporadas después, Bale ha jugado ochenta partidos y sólo ha dejado dos momentos para el recuerdo: la chilena en la final con el Liverpool, donde fue suplente, y los tres goles al Kashima en una semifinal del Mundialito. El resto de sus actuaciones han pasado al olvido de lo intrascendente, cuando no de lo grotesco.

El supuesto caballo no tuvo ni arrancada de burro, y de su grupa se han bajado ya hasta sus más acólitos defensores. El primero, Zidane, que en sus inicios en el cargo lo trató como indiscutible, luego lo dejó en el banquillo en los partidos clave y ahora no lo aguanta ni en el vestuario. Pero claro, ahora hay que ir al mercado con un producto caro y sospechoso, del que se van a mirar con lupa la estadística y la trazabilidad. Te va a tocar rebajar el precio bastante, colocarlo en una operación rara o, en el mejor de los casos, cambiarlo a pelo por otra pieza que te pueda interesar. Y todo eso contando con que el futbolista colabore y asuma que su etapa aquí ha terminado, cosa que en su entorno no terminan de entender. Sea como fuere, su salida será una alivio en todos los aspectos.