Benzema maquilla pero no oculta los problemas estructurales del Madrid
El árido final de temporada vacía el Bernabéu, donde la gente se divide entre los que desean encontrar algún atisbo de luz en el equipo y los que protestan por el desempeño de los jugadores. Es el resultado de un año mal planificado desde el día siguiente a la final de Kiev. La Copa de Europa confundió los análisis. No había sucesor para Cristiano y el equipo había ofrecido numerosos síntomas de declive en la Liga y en la Copa. El Madrid terminó a 17 puntos del Barça, distancia que merecía una pensada en el club, pero se tomaron decisiones sorprendentes o extravagantes -contratar jugadores en posiciones bien cubiertas, desestimar el efecto que causaría la baja de Cristiano Ronaldo, repetir un equipo que estaba demasiado visto, olvidar que los mejores futbolistas habían superado la treintena, fichar sin ninguna convicción al seleccionador español tres días antes del Mundial y salir del mercado de invierno con un fichaje de dudoso pronóstico: Brahim Díaz-. A estas alturas, los paganos han sido dos entrenadores y algunos futbolistas que fastidian a la hinchada, Bale a la cabeza de todos. En medio del temporal, Benzema ha emergido como la principal garantía del equipo. Volvió a acreditarlo con su excelente actuación frente al Eibar.
Benzema marcó los dos goles de la victoria, le anularon otro, estrelló un remate en el palo y no embocó un par de buenas oportunidades. Su producción fue tan irreprochable como su juego. Como ésta es una de las temporadas más extrañas en la historia del Real Madrid, parece lógico que Benzema la acabe como ídolo del personal. Contra el Eibar concentró todas las cualidades que le han distinguido sobre la mayoría del equipo. Fue el mejor con mucha diferencia, con una prestancia y una autoridad que destacaban a la legua. Mientras el resto del equipo estaba al borde del naufragio, abucheado por los aficionados y sometido por el ejemplar Eibar, Benzema, que siempre ha tenido fama de impasible, se rebelaba una y otra vez contra los acontecimientos.
Durante una hora se midió con un defensa de verdad. El Eibar depende en gran medida de la salud de Ramis, un defensa de 34 años, pesado y lento, pero un pedazo de central. En cada partido destaca por capacidad de control, anticipación, dominio del juego y firmeza. Gobierna la defensa con tanta naturalidad que todos parecen felices a su alrededor. Ramis influyó tanto en el Bernabéu que el Real Madrid no remató en la primera parte. Benzema volanteaba y buscaba socios. No lo conseguía. La defensa del Eibar siempre detectaba el peligro.
A Ramis le arruinan unas fibras de cristal. Se lesiona con tanta o más frecuencia que Bale. La diferencia entre los dos es la calidad de sus prestaciones. Las de Ramis son extraordinarias. Las de Bale cada vez son más ordinarias. Ramis se lesionó a la hora del partido y el panorama cambió radicalmente. En la siguiente jugada, Benzema cabeceó con mucho estilo y sin nadie cerca. Sin Ramis, el Eibar se fue a pique y Benzema comenzó un recital, bien acompañado por Lucas Vázquez, obligado cada temporada a hacer los méritos que a otros no se les exige.
Remontó el Madrid, pudo marcar más y apagó el fuego que se había declarado en las gradas antes del descanso. Aunque Benzema arregló unos cuantos problemas, la crisis del equipo es estructural. Si algo dice este triste final de temporada es la escasa empatía del Madrid actual con la hinchada. Es una distancia emocional que sólo se acortará o desaparecerá con algo que se acerque a una revolución de la plantilla.