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El Madrid, la ACB y un desastre arbitral

Desde luego, es una lástima que la final de Copa de baloncesto quedara deslucida por dos errores arbitrales catastróficos, incomprensibles, comprimidos en el último apasionante minuto. Fue un partido grande, en el que el baloncesto desplegó toda su belleza, rodeada de una emoción que desgraciadamente falta en el rutinario caminar de sus otras competiciones. La Copa viene, cada año, a recordarnos que el baloncesto no es ese lento rosario de partidos sin trascendencia. Pero esta vez la emoción degeneró en un turbulento sobresalto por la inesperada exhibición de ineptitud del trío arbitral, cuyos dislates les han hecho famosos a su pesar.

De aquel loquinario repentino salió campeón el Barça, cuyos méritos para levantar 17 puntos no quedan evaporados, aunque sí deslucidos, por alcanzar la victoria final gracias a una canasta que no fue. Tampoco esa derrota evapora los méritos del Madrid, primero para escaparse, luego para alcanzar, tras un raro sesteo, la orilla de la prórroga, Llull mediante. El mismo Llull que en el trance final estuvo a punto de provocar la última pirueta del partido. Pero, tristemente, lo que nos queda del cuento, y no puede ser de otra manera, es la aberrante conducta del trío arbitral en los instantes decisivos de un partido por lo demás maravilloso.

La ACB presenta pálidas excusas, con una frase de Antonio Martín en la web institucional. Más calado tiene el comunicado de los árbitros, en el que se detecta contrición, y hasta se admite que se daría como justo cualquier castigo. Eso no devuelve la Copa al Madrid, pero espero que sirva para (“no estés eternamente enojado”) sacar a Florentino de ese desvarío populachero de convocar un referéndum para sacar o no al club de la ACB. La ocasión apropiada para convocar a los socios a un referéndum hubiera sido ese endeudamiento en 575 millones para tunear el Bernabéu, y no se hizo. Esto no pasa de ser una pataleta mal parida.