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Los Alpes de febrero dirán mucho del futuro de Solari

Progresa el novedoso Real Madrid de las últimas semanas, transformado sin apenas explicación en un equipo tenaz y vigoroso. Algo tendrá que ver el entrenador, que se ha agarrado como una lapa a la oportunidad que ha recibido.

Solari comenzó titubeante en el deprimido equipo que recibió. Apeló a los cojones para enfrentarse al Melilla, proclama que sonó muy rara en aquellos días y que ahora resultaría cómica. Nada que ver el Madrid que parecía agobiado ante una eliminatoria con un Segunda B que con el equipo que se prepara ahora para combatir por todos los títulos.

El técnico argentino buscó, tropezó y finalmente encontró una alineación, una manera de jugar y un modo de establecer su autoridad. Isco, que durante tres semanas fue noticia por su condición de suplente, es ahora una nota a pie de página. A Marcelo le discute el puesto Reguilón, y a casi todo el mundo le parece que está bien discutido.

Esta clase de decisiones destruyen a un entrenador cuando los resultados le estallan en la cara, pero el Madrid se encuentra en una dinámica ganadora que empuja la credibilidad de Solari. Ha llegado a los Alpes de febrero con una creciente autoridad. Hasta en las conferencias de Prensa se le nota. Aprende rápido todas las asignaturas de un oficio que en el Real Madrid exige variados conocimientos extra futbolísticos, una mezcla de habilidades en la gestión, astucia en las decisiones y fino sentido político.

El Madrid ha llegado en su mejor momento a un momento crítico del campeonato. Solari puede presumir de ello. Le espera un mes tremendo. Lo conocía como futbolista, y algo le ayudará en los próximos desempeños del equipo, pero lo desconoce como entrenador. Está obligado a un aprendizaje rapidísimo y feroz. Hasta el momento ha salvado todos los obstáculos que ha encontrado por el camino. Con esa terquedad se construye el material de los entrenadores de éxito.

El equipo ha saltado de la crisis a las expectativas. Cuando se trata del Madrid son dos sinónimos. Si el equipo funciona mal, es malo. Si no cumple las expectativas, igual de malo. Es lo que hace especial a los principales clubes del mundo. Solo les conforta el éxito. Las expectativas pasan por eliminar al Barça de la Copa, superar al Atlético en el derbi, derribar al Ajax en los octavos de final de la Copa de Europa y atacar la Liga en el Clásico del 2 de marzo. La tarea es imponente.

Si sale bien librado de la aventura, el club probablemente revisará su posición con respecto a un entrenador que tiene la etiqueta de provisional. Todo indica que cada día se siente más cómodo en su trabajo. Frente al Alavés, el Madrid mantuvo su estabilidad. No deslumbró, pero ha encontrado la velocidad de crucero que le permite marcar tres o cuatro goles por partido. No hace tanto, el ataque ofrecía los peores números en décadas. Y la defensa, parecido.

De nuevo resaltó la importancia de Vinicius. Y otra vez invitó Bale al misterio. Su poder de sugestión es fascinante. A pocos jugadores se les espera tanto. Tiene fama de jugador de partidos grandes, y en parte es verdad (final de Copa en Mestalla, final de Liga de Campeones en Lisboa, final de Kiev), pero su producción ha sido igual de decepcionante en otras ocasiones. Contra el Alavés pasó de puntillas. Qué jugador más curioso.