Los "Campeones" no necesitan ganar
Ganar y perder
Esa película, Campeones, que ha ganado los Goya, es un hermoso poema que deberían ver todos los deportistas obligados por el guion a ganar, para que sean conscientes de que ese no es el único renglón de la trama. Ganar y perder no importan tanto; es más, empatar tiene su dulce encanto, repartir puntos. De hecho, Campeones no va de quedar campeones, ni en el guion ni en la actitud de los muchachos que se reúnen en torno a Javier Gutiérrez para formar un equipo emocionante cuyas hazañas constituyen un impresionante triunfo cinematográfico. La lección ha sido filmada; ya puede explicarse en las canchas.
La competencia
La película de Fesser es un atrevimiento que no tiene que ver solo con la trama específica, la que protagonizan unos deportistas discapacitados reunidos para ganar un torneo que será decisivo en la organización de sus vidas. Tiene que ver con la desgarrada competitividad que se produce en el marco de los deportes, y que tiene en el fútbol, sobre todo, su consecuencia más descarada y, a veces, deprimente. La emoción que produce la aventura de estos actores no procede solo de las circunstancias que concurren en los protagonistas, sino en la mano que usa Fesser para exponer los excesos de la competencia.
La diversidad
En su parlamento, ante Pedro Almodóvar, ante Antonio de la Torre (que tanto sabe de cine y de fútbol), ante Silvia Abril, ante Andreu Buenafuente, Jesús Vidal lo explicó: gracias a esta película sienten él y sus compañeros que la inclusión ya tiene visibilidad, la diversidad ya no es un misterio del que se habla a media voz. El ejemplo está andando, es un filme, una lección que, como la lucha contra la xenofobia, como la burla del otro, ha de explicarse en las escuelas. Campeones es un material vital en una, ojalá, renacida asignatura de Educación para la Ciudadanía.
Lo que viene
La desaforada competitividad de los dos grandes del fútbol tiene ahora un porvenir difícil. Se van a enfrentar en la Copa el Barça y el Real Madrid. En 2011 vivimos una experiencia reiterada y significativa; ya no están algunos actores de aquella sucesión de encontronazos. La época es distinta, la situación de los equipos sigue siendo la misma en síntesis: dos grandes equipos empujados por aficiones formidables. Si algo se aprendió de 2011 es que no resulta lícito, desde ningún sector, empujar al otro, acosarlo. Aprendamos de Campeones, pues, los aficionados del campo y de la grada. Se trata de jugar.
Ánimo, celebración
Uno de los factores de esa competición que viene es Messi, que el sábado le dio un susto a su afición. Su dolor sucedió a uno de sus goles más celebrados. Perdía el Barça 1-2, y ese futbolista decisivo marcó un tanto que parecía que iba a resolver a su favor las inquietudes del Barça. Ese grito parecía el de un muchacho que debutaba y se asombraba de haberle dado un gol importante al equipo al que acaba de subirse. En ese instante en que todo parecía que giraba en torno a él, Messi volvía a ser el adolescente que lleva dentro, empujando como si la tuviera pegada una pelota de trapo.
Tiempo de dolor
Después vino el dolor. Relaño lo decía este domingo en As: ahora nada es seguro para Messi ni para el Barça. Esa es la esencia de la competición, de eso va esta historia. Ahora se tambalea el liderato, y eso que parece una cuestión de la estadística y de las aficiones, es en realidad el centro de la trama. La película del fútbol no está escrita de antemano, se hace semana a semana, o miércoles a miércoles, y al final tiene un premio que los jugadores no reciben, sino los que están en las gradas, los que, como Messi, sienten el dolor de perder como si estuvieran solos en la vida o en el campo.
La frase
"Inclusión, diversidad, visibilidad", Jesús Vidal, actor revelación de los Premios Goya por su trabajo en 'Campeones', de Javier Fesser