La identidad de Rubi y el esplendor de Borja Iglesias
La personalidad. El proceso de reanimación en el que está inmerso el Madrid contrasta con las urgencias del Espanyol. Las expectativas del brillante inicio de temporada se han ido diluyendo por la lacra de resultados, con una única victoria en los últimos nueve partidos de Liga, aunque en las dos rachas tan antagónicas no se ha visto a dos equipos distintos respecto a la idea. Se distingue el Espanyol por su elaboración y dinamismo ofensivo, en ocasiones ineficaces ambas cualidades. Orientado por Marc Roca (90% de acierto en el pase), mezcla momentos de un fútbol más horizontal con otro más vertical, sin excederse en los desplazamientos aéreos. Hasta el Madrid promedia más pases en largo por partido (31 por 28). A Rubi le agrada que sus equipos lleven la iniciativa de la posesión pero sin perder la intención en ataque. El gol que marcó al Betis en la Copa pone en valor el talante futbolístico del Espanyol con un bloque escalonado y en disposición de recibir. Mario Hermoso inició la jugada en zona media con diferentes opciones de pases. Marc Roca se abrió a banda derecha, en una altura inferior a la del lateral, y Melendo, el futbolista más móvil entre líneas, bajó para descargar de nuevo a Hermoso. El central rompió filas con un pase a Leo Baptistao, que, de cara, dejó la pelota para la entrada de Darder, el tercer centrocampista. En el otro lado apareció Piatti y en el área finalizó Borja Iglesias. El delantero gallego encuadra los ataques desde características poco usuales en jugadores de su planta.
Completo. La apariencia física de Borja Iglesias no se ajusta con la concepción general que se tiene del delantero grandote. Maneja el juego de espaldas y las disputas con los centrales, pero el criterio en los desmarques al espacio tanto por el carril central como hacia las bandas amplía su registro. No es un delantero ni mucho menos lento, no desluce en las conducciones y sobresale en la definición (12 tantos entre Liga y Copa). Todas estas virtudes multiplican el peligro del Espanyol, abundante en la generación de oportunidades con casi 14 disparos y cinco jugadas de gol de media por encuentro. Las coberturas entre Varane, Ramos y los laterales que formen la defensa han de ser continuas.
El deterioro. La actual deriva fatalista del Espanyol está más vinculada a su rendimiento sin balón que con él. En la agenda de Rubi está presente solucionar el rompecabezas defensivo. Es un equipo desabrigado en las transiciones y sin entereza en el área. Tampoco le ayudan algunas pérdidas en zonas delicadas como en la que incurrió Marc Roca en el gol de Asensio en el Bernabéu. La ida copera contra el Betis manifestó el estado de dudas del Espanyol. Rubi pretende realizar una presión alta, identificada en el esfuerzo de Borja Iglesias (28 acciones de presión en LaLiga), pero en la segunda parte del jueves el bloque replegó en campo propio. Fue una postura de alta carga simbólica debido a la situación que atraviesa el equipo. Sin embargo, el empate verdiblanco llegó de un empuje desperdigado del Espanyol. No tiene futbolistas adecuados para hacer un balance rápido. El balón parado representa el otro vacío perico (13 goles encajados). Estos vicios hacen tambalearse a un Espanyol que, sin embargo, mantiene la fidelidad a su plan originario con Rubi bajo sospecha.