El fichaje de Boateng busca seguir el ejemplo de la leyenda de Bill Walton
Discutido. El barcelonismo se pregunta perplejo: ¿qué pinta Boateng en el Barça? Jugador con un historial de lesiones comparable únicamente al de su leyenda en el aspecto (poco) disciplinario. Que apuntaba a estrella y que ha dilapidado oportunidades. De jugar en el Milán acaba de cerrar su cesión del Sassuolo. Y encima, a punto de cumplir 32 años. ¿Tiene lógica esta operación? Para mí sí. Las historias de superación crepuscular me superan. En cuanto se anunció el fichaje, pensé en Bill Walton.
El caso Walton. Bill Walton, El gran pelirrojo, fue el mejor pívot de la liga universitaria de baloncesto a inicios de los 70 defendiendo a UCLA, con la que levantó dos títulos. El primero ganando todos los partidos de la liga regular de más de 30 puntos y el segundo en una final épica ante Memphis en la que anotó 21 de 22 tiros de dos logrando 44 puntos. Obviamente, fue el número uno del draft de la NBA. El futuro era suyo. Era imparable.
Caída al infierno. Portland contrató a Walton pensando en el anillo. Nada podía salir mal... Pero salió peor. Las lesiones le masacraron desde el momento en el que jugó como profesional. Se rompió todo lo que un humano puede romperse en el cuerpo si exceptuamos a los arrollados por un tren. El proyecto fracasó. Apenas jugó y, desquiciado, acabó por denunciar a su club exigiendo el traspaso. Les acusó de no tratar bien a los lesionados. En reprimenda se pasó un año apartado. La estrella, ahora apestaba.
A peor. Fue traspasado a San Diego Clippers y la cosa empeoró. La afición lo odiaba porque creía que el club había gastado demasiado en fichar a un cojo. Los compañeros, le odiaban más porque cobraba 7 millones por temporada... sin hacer nada. Su historial quirúrgico era gigantesco hasta el punto de jugar sólo 47 partidos en 4 temporadas. Un año, jugó 14 partidos. Sus compañeros le acusaron de fingir lesiones y él aprovechó el tiempo libre para ir a 650 conciertos de Grateful Dead, hacer surf, jugar a voley playa y sacarse derecho por Stanford. Parecía acabado.
La oportunidad. Con 32 años y a punto de retirarse, Red Auerbach, alma de los Celtics, le dio la oportunidad de ganar algo. Pero le pidió que fuera humilde, un complemento. El sexto hombre de un equipo de estrellas. Ni iba a anotar, ni iba a ser titular. Iba a ayudar a Bird y cía. Ganó dos anillos y fue el mejor sexto hombre jugando apenas 15 minutos por partido. Eso se le pide a Kevin.