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Vinicius marcó el gran gol de la noche

Abrumado como está en LaLiga, al Madrid ha venido a socorrerle un estupendo resultado en la Copa. Bueno es para el ánimo. Ganó, con un equipo titular por delante y medio suplente de media para atrás, a un Leganés B que se mantuvo a flote durante la primera parte, y hasta dio algún susto. Pero un penalti a Odriozola poco antes del descanso y un regalo al poco de volver de él, le desmoronaron. Lo del regalo, una mala cesión de Bustinza a Cuéllar, hay que matizarlo: Benzema, que anda atentísimo a todo en esta su nueva época, adivinó, robó, y cedió a Vinicius, que a su vez entregó el balón a Lucas Vázquez para que finalizara a puerta vacía.

Ahí, en ese segundo gol, se acabó el partido, porque se esfumó el ánimo del Leganés. Había hecho hasta entonces un partido prudente, esperando, aguantando las embestidas de Odriozola, más activo para las subidas que Reguilón, y soltando contraataques que dieron algún susto. Pero o no llegó el rematador o cuando llegó chocó con Keylor, que ahí sigue, y que por cierto va a recuperar el puesto en LaLiga, ante la lesión de Courtois. Pero, decía, en el 2-0 se acabó el Leganés, y la intriga del público (escaso, el Bernabéu se está vaciando a ojos vistas) se desplazó a lo que pudiera hacer Vinicius y, sobre todo, a la esperada aparición de Brahim.

Salió Brahim, se colocó en la derecha y la verdad es que hizo poco. Los regates no le salieron aunque se mostró activo y bajó a cortar con energía cuando hizo falta. A cambio, Vinicius, que sin estar tan bien como ante la Real se hizo notar, marcó un buen gol, empalmando en el aire un centro del incansable Odriozola, la gran baza del ataque. Un buen remate, gol éste sin carambola, como los que venía ofreciendo hasta ahora el nuevo favorito de la afición. Todo junto se resume en un partido amable, que decide en la práctica la clasificación y aleja momentáneamente la depresión. El Madrid puede ahora visitar al Betis con mejor cara.