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Una buena Copa para las lágrimas

Han sido tantos años esperando la oportunidad que no he podido desaprovechar la primera ocasión que me brinda la vida para hacer un juego de palabras en la previa de un partido de Copa del Rey. Pese a que existan razones para emplearlo, les pido disculpas por el titular de esta semana. Los dos principales motivos, más allá de mi flagrante falta de gusto, por supuesto, son el Villarreal–Espanyol de este miércoles y las lágrimas de uno de los nuestros.

Mucho se ha hablado ya de la que a buen seguro será una de las imágenes de la temporada del Espanyol. Las lágrimas de Leo Baptistao, un chaval bien avenido si es comparado con el resto de chicos de su edad, se produjeron tras recibir la reprobación de la gente de su casa, de su familia. Esa familia a la que se acude para pedir rescate en momentos duros le había cerrado la puerta en las narices incluso antes de que pidiera indulto. Los pitos no van en el sueldo de nadie y, ni mucho menos, de alguien que pese al fracaso constante sigue de pie intentándolo.

A Leo las lágrimas le han caído mal incluso en términos cronológicos. Si nos dan a elegir, todos preferiríamos terminar así un año a empezarlo con ese porte, aunque puestos a aceptar la situación, es preferible pensar que queda todo un año lleno de oportunidades para ser feliz. Este miércoles, en el Estadio de La Cerámica, la primera ocasión para ello.