El drama vital de Schumacher

Que el destino es caprichoso ya lo sabemos. Aunque a menudo nos olvidemos de ello hasta llegar a ignorar el valor de lo realmente importante. Dramas como el de Michael Schumacher sirven para reafirmar la fragilidad de la existencia, nos zarandean advirtiéndonos de que todo puede cambiar en un segundo de la forma más sorprendente e inesperada. Se ganó el apodo de Kaiser siendo el más grande en un deporte en el que se jugaba la vida cada día que se ponía al volante de un Fórmula 1 y, sin embargo, la vida como la entendía acabó para él en lo que debió ser un simple incidente de esquí. Hoy cumple 50 años y desde hace un lustro está postrado en un estado del que se desconoce cualquier detalle.

El mutismo de su familia respecto a su situación es absoluto, han conseguido un hermetismo que parecía difícil mantener durante tan largo periodo de tiempo. Algo comprensible y respetable. Sin embargo, la ausencia de noticias al respecto no invita a demasiado al optimismo, me temo que aquello de no news, good news (sin noticias, buenas noticias) no es aplicable ni mucho menos a este caso. Al menos Schumacher, como ha recordado su círculo cercano en vísperas de su aniversario, está atendido en las mejores condiciones posibles, su patrimonio le permite contar con unos cuidados de los que no podemos disfrutar la mayoría. Pero ni todo el dinero del mundo basta para dejar atrás esta pesadilla, sólo para aliviar un sufrimiento que se antoja inmenso. Es la lección que debemos sacar de tan triste episodio, considerar la salud como el bien más valioso del que podemos disfrutar.