Tercer tiempo
La pena máxima
Cuando sólo estábamos en la grada los veteranos, los vocablos del fútbol tenían que ser, como los de las bebidas, en español. El coñac fue, durante un rato del franquismo, quizá por ocurrencia de José María Pemán, jeriñac. Y en fútbol, tan popular, el franquismo verbal hizo sus traducciones. De modo que teníamos que decir (y escribir) pena máxima cuando decíamos penalti, o saque de esquina cuando el balón se iba por los lados peligrosos del campo. El saque de banda era el más fácil de decir en español, pues en inglés, que era la madre del diccionario del fútbol, estaba bien como estaba, mejor que en la lengua de Eliot.
El fuera de juego
El córner se quedó en córner, el penalti ganó también la partida, pero ahora a nadie se le ocurre escribir o decir orsay, que fue el castellanismo para off side, el fuera de juego de toda la vida. Hubo muchas palabras que entonces aprendimos en inglés, muchas de ellas derivadas del kick, golpeo, que tan bien le venían al juego de balompié, que también, aunque ustedes no lo crean, en un tiempo se dijo más que fútbol. Ahora, con el VAR, decir fuera de juego tiene todo el sentido, pues la televisión permite ver que en efecto el futbolista está fuera del ámbito del juego y no hay manera de desplazarlo de su lugar ilegal.
El penalti
Y, en este juego de traducciones, el penalti ha ganado la partida, mientras que otras traducciones fluctúan entre el inglés y el español. Penalti dice, sin embargo, menos que pena máxima, que tiene connotaciones terribles, casi de ejecución sumaria. Estos días dos maestros de la pluma consagrada al fútbol, Jorge Valdano (en El País) y Alfredo Relaño (en el As), han escrito con nostalgia y conocimiento de las viejas maneras de lanzar esa falta que todos quisieran ver lejos de su propia área pero que resulta siempre un alivio para las aspiraciones del contrario.
Miedo del portero
El penalti es la pena máxima para cualquier portero, y por eso el austriaco Peter Handke se sirvió del penalti para titular su libro más popular, El miedo del portero ante el penalti. Las leyendas sobre ese estupor que causa el penalti tiene héroes en ambos lados, en el del que los lanza y en el de los que los paran. Amábamos a nuestro portero (los barcelonistas, a Ramallets, los madridistas a Casillas, la última leyenda), y ahora hay división de opiniones, y amábamos a Kubala (los viejos del color azulgrana) y aman a Sergio Ramos (los madridistas de la línea moderna) por su forma de tirarlos.
El caso De Gea
Ahora el miedo del portero no es sólo al penalti. Tenemos el caso De Gea, que es grave. El fútbol es despiadado: vales lo que vale tu última parada. A lo largo de su tiempo De Gea ha parado mucho, y bien; si no, no estaría en su equipo inglés y no tendría (todavía) la confianza de su entrenador español, Luis Enrique. Pero en los últimos tiempos, con la Selección, ha descuidado su concentración, parece que se ha llenado de miedo (no solo ante el penalti) y ahora renquea su reputación. Hay jugadores de campo a los que se les arruina su reputación, pero tardan mucho tiempo en ser señalados por el público.
Nostalgia de Casillas
Ahora De Gea ya tiene más miedo a salir al campo que a un penalti. Su inseguridad es la raíz del desafecto al portero. Luis Enrique dice bien cuando explica que lo que le pasa a él desata la solidaridad de sus compañeros porque estas cosas les pueden pasar a todos. Un portero no es como todo: es el último defensor, el líder de esa parte del campo. Al contrario de lo que sucedía con Casillas, que tenía autoridad en esa zona, De Gea ha perdido esa prestancia. Ahora puede en él más el miedo a fallar que la audacia para tirarse. La palabra Casillas es ahora para él como la palabra penalti.
La frase
"El miedo del portero ante el penalti". Peter Handke