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Recibimos a Bosnia mirando a Londres

“Cuentan de un sabio que un día (...)”. He aquí que estamos tristes y fastidiados porque se nos ha torcido la marcha triunfal en la Liga de Naciones, pero miramos atrás y vemos que Alemania ha descendido, y eso con un partido todavía por jugar. Me asusta pensar cómo estaríamos nosotros si nos hubiera pasado eso. Después de todo, aún cabe que pasemos a la fase final. Necesitamos un empate en Wembley, resultado, tal y como veo a los contendientes, tan posible como cualquiera de los otros dos, aunque sea según las casas de apuestas menos probable que la victoria inglesa. Pero un empate hoy no sería la bomba del siglo, ni mucho menos.

Así que España, que juega físicamente en Las Palmas ante Bosnia (con homenaje a Silva, el último de la larga cadena de internacionales canarios que inauguró Padrón antes de la Guerra), vivirá con el alma en vilo el partido de Wembley. Un partido de aúpa, en el que los dos pueden salir campeones de grupo si ganan, o bajar de categoría, como ya ha hecho Alemania, si pierden. Me gusta esta nueva competición, ha sustituido partidos amistosos por un fútbol muy de verdad, de emoción muy alejada de las pesadas y largas fases de clasificación para Mundiales o Eurocopas. Aquí estamos subidos a una montaña rusa de pasiones.

Respecto al partido contra Bosnia, inevitablemente lo miraremos con unos ojos u otros según lo que haya pasado en Wembley. Se supone que habrá caras nuevas, aunque la comparecencia de Luis Enrique no lo aclaró. Cumplió con las dos rutinas esperadas: no dar alineación y defender a De Gea, que sólo dejará de ser comidilla cuando le quite o cuando pare lo que corresponde al portero de una Selección con gloriosa tradición en ese puesto. Desde Zamora hasta Casillas, lo frecuente ha sido que el portero estuviera por encima del nivel medio del equipo nacional. Por primera vez, el portero es el peor de los once, si no siempre, casi siempre.