En La Casa Rusia Sean Connery le dice por teléfono a Michelle Pfeiffer que lo reconocerá en persona porque él parece una cama deshecha. Hubo un momento del partido en que el Barça parecía una cama deshecha. En el rostro de Ernesto Valverde podía contemplarse ese paisaje, que se repetía en Piqué y en Luis Suárez, y que contagió a toda la plantilla dispuesta en el campo. Jugó sin saber adónde ir, perdió balones, los sustituyó por aire y casualidad, encajó dos goles, pudo haber encajado otros, hizo sustituciones desesperadas (poner a Munir es depositar confianza en un debutante), y dejó que Dembélé animara el baile triste de trompeta que el líder ejecutó a tontas y a locas en Vallecas.
Y fue Dembelé el que encarriló el resultado, ante la cara atónita de los ajetreados jugadores del Rayo, capaces de doblegar al líder, de someterlo casi hasta el final. Los recogepelotas lentos y las pérdidas de tiempo fueron argumentos inanes ante un Barça herido que, finalmente, consiguió que el uruguayo Suárez sacara al equipo de esa cama deshecha en la que vivió ochenta minutos de un partido insólito. Viva el Rayo. Bravo Suárez. Fue un partido de un solo soplo de calidad, el del Rayo; el Barça empieza a tener la suerte de los campeones. El triunfo a veces viene por esa vía y a veces también se va por ahí. Que cuide la cama.
