El Tour del nuevo ciclismo
Tom Dumoulin es lo más parecido a Miguel Indurain en el pelotón actual. Sólo hay que verle. Si los recorridos de las grandes rondas siguieran las pautas de entonces, su palmarés proyectaría al infinito. Pero Dumoulin vive en otra época, en un nuevo ciclismo donde también puede lucir, porque los campeones son siempre campeones, pero se enfrenta a trazados que penalizan sus cualidades. Pongo el ejemplo del holandés simplemente por poner la atención en esos radicales cambios que están condicionando la historia. Hoy, Indurain no habría ganado lo que ganó. Seguro que no. El mapa del Tour de Francia que se presentó este jueves en París prolonga la tendencia: una contrarreloj corta, casi simbólica, y jornadas de alta montaña con poco kilometraje, más explosivas que agonísticas. El diésel ya no se lleva.
Tan sólo el Giro de Italia mantiene kilometrajes contra el reloj y las grandes etapas montañosas que recuerdan al ciclismo más tradicional. Todo tenía un porqué. Si un contrarrelojista metía una minutada en su especialidad, obligaba a los escaladores a ataques valientes en los puertos. Si las etapas de montaña eran largas y exigentes, el cansancio caía como un mazo. Ese día o al siguiente. Esa teoría movía al ciclismo de antes. Pero todo ha cambiado. Los corredores saben medir tan bien sus vatios, que hay poco margen para la sorpresa. Así que los organizadores han tomado otro camino. La crono causa sopor, da poca audiencia. Indurain se lamenta de esa moda. También Chris Froome. Van quedando pocos. Lo que gusta es la montaña. Y mejor en paquetes pequeños, concentrados, televisivos... Es la nueva era.