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La pelota y el sueño olímpico

El primer oro olímpico español llegó en cesta punta en París 1900, aunque tampoco hay mucho de lo que presumir, porque sólo participaron dos parejas y una de ellas, la francesa, se retiró por discrepancias con la organización, por lo que Villota y Amézola se proclamaron campeones sin competir. La pelota vasca estuvo después presente en otros tres Juegos, pero siempre como exhibición: París 1924, México 1968 y Barcelona 1992. Este último torneo se jugó en el Vall d’Hebron, con notable para España, que sumó diez medallas (cinco de oro). Esos podios no son oficiales, aunque sus protagonistas sí se llevaron premio porque fueron incluidos por La Caixa en su Libreta de Campeones. Aquel frontón ha sido rehabilitado ahora para acoger, desde este domingo, los Mundiales de Pelota Vasca de Barcelona.

La Federación que preside Julián García Angulo ha decidido sacar la pelota de sus escenarios habituales en el entorno vasco. Y apunta al éxito. Todas las entradas están vendidas, en una instalación con capacidad para 1.200 espectadores. El simbólico regreso a Barcelona reflota el sueño olímpico, aunque los Juegos están actualmente lejos de la realidad. Por un lado, por la variedad de modalidades (15) y frontones (4) necesarios. Por otro, porque la Internacional sólo tiene 32 países adscritos en este momento. Una solución de futuro es el frontball, que ha sido incluido como exhibición en los Juegos de la Juventud que se celebran en Buenos Aires. Es dinámico, individual, de pelota blanda… El mismo que se jugaba en la calle: en los muros de las iglesias, en los colegios… Por ahí sí puede llegar la popularización.