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Nadal es la imagen del año

Cuantas más veces veo las fotografías y los vídeos, más admiración me producen. Para mí ya es la imagen del año. Rafael Nadal se calzó unas botas de agua, se enfundó el traje de faena, cambió la raqueta por un escobón y colaboró en primera persona en las labores de limpieza y de apoyo en la vecina Sant Llorenç des Cardassar, el pueblo de Marga Fullana, la localidad más afectada por las inundaciones que este miércoles anegaron de lágrimas a la isla de Mallorca. Y lo hizo sin buscar ningún protagonismo, ninguna publicidad, simplemente porque su gente le necesitaba y él estaba allí cerca y podía ayudar. Ya había abierto las puertas de su Academia en Manacor para dar cobijo a los afectados. No contento con eso, se juntó con su fisio y amigo Rafael Maymó, y con varios allegados más, y se trasladó a la zona cero de la catástrofe.

Para una población que hoy llora junto al resto de españoles, para las familias de esos diez fallecidos contabilizados hasta la noche y de los aún desaparecidos, que Rafa se arremangue para ayudar, o simplemente se acerque a consolar, sirve de revulsivo para superar un momento tan dramático. La piel de gallina. Estoy escribiendo del mismo Nadal que ha ganado 17 títulos de Grand Slam, que ocupa el número uno del mundo, que pasa por ser el mejor deportista español de todos los tiempos, un hombre de éxito, multimillonario... Y a la vez, siempre tan humano, tan próximo y tan ejemplar. Una lesión le ha dejado fuera del Masters de Shanghái, donde Novak Djokovic acosa estos días su liderazgo en la ATP. Podrá perder el número uno en el ranking, pero se ha ganado el número uno para siempre en nuestros corazones.