Vicente Verdú: La pasión por el Madrid, el amor al Elche
En julio de hace once años se nos había muerto un amigo común, Jesús Polanco, y me fui a Elche a escuchar a un dúo insólito, Joan Manuel Serrat y Joaquín Sabina. En el aire saludable de aquel Mediterráneo dulce sentí, escuchándoles, la raíz de la amistad. Como si en Elche hubiera cristalizado el afecto especial que aquellos “dos pájaros” (así se llamaba la gira) se llegaron a profesar desde entonces. La culpa es de Elche, me dijo Serrat. Ahora que han pasado veintidós días de la muerte de Vicente Verdú, un ilicitano ilustre (y ahora hijo predilecto de la ciudad), siento que ese es el aire en el que siguió habitando aunque estuviera a miles de kilómetros de su pueblo.
Verdú era un madridista “por el gusto de ser del Madrid”, pero era del Elche por el amor a su tierra, a la tradición de su fútbol (¡aquel Re!). Su hijo Eduardo me contaba ayer, mientras la Selección española goleaba en Elche a la subcampeona del mundo, que de niños su padre los llevaba a él y a sus dos hermanos, Juan y Sole, a ese campo, a ver al equipo del que siempre fue.
Tuvo dos pasiones, el Madrid y el Elche, no quería a medias Vicente Verdú, quería por completo al Elche y por completo al Madrid, igual que quiso igual el arte de la pintura, el arte de la poesía, el arte de la novela, e incluso este oficio tan esquinado que seguimos llamando periodismo. Y no sólo quería por igual a dos equipos que eran igual de grandes en su alma, sino que amaba con pasión el fútbol, esa especie de apuesta poética que en el campo cristaliza como el aire mediterráneo en la atmósfera para él inolvidable de su ciudad sombreada por los palmas.
Hablando ayer con Alfredo Relaño, ante la perspectiva de que la Selección de Luis Enrique jugara en el campo que fue un amor futbolístico de Verdú, estuvimos hablando del entusiasmo por la patria de la infancia del fútbol. Era del Madrid, por el gusto de serlo; era del Elche por el amor a Elche. Cómo hubiera disfrutado con esta goleada que nace en este aire en el que se reposa la amistad, factor, me parece, del tono del juego de la (¿nueva?) España.