Un partido de LaLiga en Miami
“Si hace falta, fletaremos chárters para llevar a tres mil abonados”, me decía ayer Tebas, para ratificarme su interés en la operación. Ya saben: El País anunció a mediodía de ayer que el plan que le rondaba a Tebas por la cabeza desde hace algún tiempo se quiere poner en marcha ya este curso. Se trataría de llevar uno o dos partidos del campeonato a Miami, dentro de un acuerdo de amplio espectro con Stephen Ross, propietario de los Dolphins y devoto del fútbol. Un acuerdo por quince años, destinado a extender LaLiga por Estados Unidos y Canadá. Hacer de ella una marca global, que no sea borrada por las de los principales clubes (tentados por una Liga Europea) es la obsesión de Tebas.
El aficionado telúrico es (somos) reacio a las novedades, sean los peinados de los jugadores, los tatuajes, los horarios dispersos o el VAR. Pero las novedades que no han sido inocuas han sido directamente positivas, y ahí incluyo el VAR, del que yo desconfiaba y ya no. Y la dispersión de horarios, que no ha vaciado los campos, como muchos suponían, y ha servido para incrementar grandemente los ingresos por la venta de derechos internacionales. De todo eso se ha beneficiado nuestro campeonato en general, que ya no es sólo el Madrid y el Barça, sino que tiene una fortaleza colectiva que se refleja en el ‘ránking UEFA’.
Este paso es más revolucionario, aunque se trate sólo de uno o dos partidos entre 380. Ataca el derecho del abonado. Los hay que llevan cuarenta años sin perderse un partido de su equipo en casa, un vínculo casi sagrado. Pero la asistencia al estadio sólo supone hoy un cuarto de los ingresos en los mejores casos (Madrid y Barça) y menos del 10% en muchos clubes. No daría para tener a las estrellas que gozamos. Mantener este nivel requiere buscar continuamente nuevas vías de ingreso fuera. Lo que no ayuda nada es que este acuerdo no se haya consensuado previamente con la Federación. Rubiales me dijo ayer que no se da por enterado. Por ahí asoma una nueva bronca.