La feliz unión de campeonatos europeos
Entre el final del Tour y el estallido del fútbol, con su nueva temporada, hemos disfrutado durante un par de semanas con la feliz iniciativa de hacer coincidir los campeonatos europeos de siete deportes. Seis de ellos en la misma ciudad, Glasgow. El otro, el Atletismo, en Berlín, donde ya se había comprometido de antemano. Han sido algo así como unos minijuegos olímpicos europeos, densos, magníficos. Un espectáculo televisivo de primera categoría. La coincidencia no ha sido mala, sino buena, porque la expectación conjunta ha resultado superior a la que hubieran disfrutado por separado. Ha habido un gran seguimiento en toda Europa.
Ha sido, claramente, una respuesta a los Juegos Europeos de Bakú en 2015, que tendrán una nueva edición en 2019 en Minsk, tras haber renunciado Ámsterdam. A las federaciones europeas no les hizo gracia aquello, porque se trataba de introducir una nueva competición a martillazos en el calendario, y porque se veía a las claras la intención de fondo de sustituir, más pronto que tarde, a los tradicionales campeonatos europeos. Por eso no resultó extraño que la participación en Bakú fuera muy mala en casi todos los deportes, por las resistencias de las federaciones, que temían que el COI les arrebatara el pastel.
Esta nueva iniciativa fue tramada desde las federaciones europeas de Atletismo y Natación, las dos grandes especialidades olímpicas. Sumaron a Gimnasia, Ciclismo, Remo, Triatlón y Golf. Interesaron en el asunto a la EBU, el organismo que asocia a las televisiones de Europa, que vio muy claro las ventajas de la fórmula, y los aficionados de toda Europa hemos disfrutado de un regalo en unas fechas muy apropiadas. La idea es repetir esto cada cuatro años y ya se habla de Barcelona como lugar de la próxima cita. Una fuerte competencia, desde luego, para los Juegos Europeos, cuya primera experiencia no fue tan exitosa.